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POR QUÉ SE ENVEJECE….

El proceso de envejecimiento es inherente a la condición humana, por lo que, lo más aconsejable, aunque no siempre resulte fácil, es asumirlo con naturalidad. No podemos evitar que cada día que pase seamos más viejos que el anterior, pero sí que el miedo, la tristeza o la apatía marque esa etapa de nuestra vida y de la de nuestros seres queridos.

En nuestros días envejecimiento significa achaques, dolores, problemas, dependencia, soledad…, pero no siempre ha sido así y no tiene por qué ser así.

El mejor punto de partida para cambiar esta visión se encuentra en una pregunta:

¿cómo queremos vivir la vejez?
No es frecuente que este interrogante surja en una persona joven o de mediana edad. Ahí radica uno de los problemas que surge ante esta etapa de la vida. Se obvia y se ve como algo lejano y ajeno a nosotros, que no nos afecta, cuando lo cierto es que mañana seremos nosotros los que viviremos la realidad en la que hoy se encuentran nuestros mayores. La vejez es un destino que nos afecta a todos, por lo que la labor que hagamos por nuestros mayores significará trabajo para nosotros mismos.

El envejecimiento no es algo estático, rígido, sino dinámico, cambiante, es decir, el que se vive ahora no será el mismo del de la siguiente generación, como tampoco es igual al de la generación anterior. Si echamos la vista atrás vemos que la vida de nuestros abuelos no es igual que la de nuestros padres o la de nuestros hijos.

Por ello la vejez no es ni será la misma. Será diferente en cada generación, al igual que es diferente la sociedad en la que te toca vivir. No debemos olvidar que no hay cambios ni mejoras si nadie se implica. De nosotros depende la transformación de la imagen del envejecimiento.

El primer paso es intentar comprender las necesidades de los mayores, sus miedos… siempre desde el respeto a unos valores que pueden ser diferentes a los nuestros.

El segundo se basa en mejorar su atención porque si aprendemos a cuidar a nuestros mayores aprendemos a cuidar de nosotros mismos. En esta labor es esencial evitar lo más temido por la persona mayor, la dependencia.

Por último, hay que insistir con los medios a nuestro alcance para que los gobiernos, los bancos, los servicios sanitarios y sociales, los más jóvenes, las ONG, la publicidad… en definitiva, la sociedad en la que vivimos, aprenda a valorar el envejecimiento, respete y no relegue a un sector de la población que en breve estará constituido por los que en estos momentos marcan las leyes, los comportamientos, el reparto de bienes y las decisiones.

Hay muchas formas de envejecer.
Se puede envejecer de forma acelerada, con el objetivo de ganar «años a la vida» y con el riesgo de un alto grado de dependencia, o bien se puede envejecer a un ritmo normal, con la meta de dar «vida a los años» y con un bajo grado de dependencia que se centraría en la última etapa. Con seguridad todo el mundo prefiere este segundo tipo de envejecimiento.

Este tipo de envejecimiento es posible en la actualidad.
Se conoce con el nombre de envejecimiento saludable o envejecimiento activo y numerosos estudios avalan sus resultados de menor dependencia tanto física como mental (menor deterioro cognitivo, afectivo y social).

Envejecimiento no es sinónimo de enfermedad, de dolor, de necesidad de ayuda de una o más personas, de demencia… Todo ello es sinónimo de un mal envejecimiento. Envejecer con salud, pese a lo que en principio se puede pensar, no requiere una gran cantidad de dinero y está al alcance de todos.

Si sabemos cómo envejecemos, podremos mejorar nuestro envejecimiento.

Hugo Pinaud Rojas

CÓMO ALCANZAR LA VEJEZ EN PLENITUD

1215539859_0Sobre la vejez existen una serie de prejuicios que si no desechan se pueden convertir en realidad. Que estar viejo es igual a estar enfermo, que cuando llega esta etapa de la existencia la sexualidad es nula, que la soledad es su única compañía y que la autosuficiencia se acaba son algunos de ellos.
Es cierto que hay viejos que terminan así, pero también lo es que su vejez puede ser totalmente distinta si desde ahora empieza a planearla.
Para ello es fundamental que esté consciente de que es un proceso que empieza desde el nacimiento y culmina hasta la muerte. Quienes lo tienen claro se adaptan mucho más fácilmente a los cambios que vienen de la mano con la vejez, explica Lucía Aranda, miembro del Centro de Adultos Mayores del Instituto Latinoamericano de Estudios de la Familia.
«Saben que hay pérdidas pero también ganancias y aceptan las crisis como parte de la vida, además de que están conscientes del deterioro del cuerpo», precisa.
La geriatra Luz Esther Rangel indica que el proceso del envejecimiento viene acompañado de la aparición de enfermedades pero la idea es que las personas tengan un control adecuado de ellas para evitar que se vuelvan incapacitantes.
«De esta forma y a pesar de los problemas de salud que se tengan los adultos mayores pueden ser funcionales y capaces de realizar por sí mismos las actividades de la vida diaria», agrega.
Quienes no están conscientes de que no se envejece de un día para otra, menciona Aranda, pueden atravesar por una vejez patológica.
«Son las personas que sienten que la vejez les llegó de repente. Experimentan la sensación de que ya no sirven para nada y no se adaptan a los cambios. La aparición de las arrugas y las canas es lo peor que puede sucederles».
Así un proceso que es natural se transforma en una patología, pues para sentirse jóvenes realizan actividades intrépidas que pueden poner en riesgo su salud, se someten a múltiples cirugías con el propósito de ocultar las arrugas y se quitan la edad.

Alto en el camino
Aranda considera que los 40 es la edad ideal para hacer una pausa y reflexionar seriamente qué tipo de viejo se quiere ser.
Para empezar, propone realizar un análisis sobre las diferentes esferas de la vida en las que los individuos se desenvuelven, y sopesar a cuáles se les ha dado más valor y a cuáles menos, pues lo ideal es que exista un equilibrio.
¿A qué le he dado más peso: a mi persona, a mi pareja, a mi familia, a mi trabajo? Eso, dice la experta, es lo que deben preguntarse. Una vez que se tienen respuestas es necesario empezar a tomar acciones.
«Por ejemplo, hay quienes le dan prioridad al trabajo y dejan en segundo y tercer planos a su persona, a su pareja y a su familia. Obviamente cuando se jubilan sienten que se les acaba la vida».
Por eso es tan importante encontrar el equilibrio y que las personas se den el tiempo necesario para atenderse a ellas mismas y a los demás.
Por su parte, Rangel explica que, además, pueden seguir siendo económicamente autosuficientes y para ello nuevamente hay que destacar que la planeación es fundamental.
«Desde la juventud se debe hacer un plan de ahorro para la vejez, pues la mayoría de las veces las pensiones no proporcionan lo suficiente para procurarse lo necesario», explica la especialista.
Además, aclara, los viejos pueden tener una actividad funcional. «Pueden, por ejemplo, dedicarse a las manualidades y recibir una retribución económica por ellas.
«Otra opción es que se involucren en talleres productivos, en trabajos de medio tiempo o de algunas horas».

La vejez ya llegó, hágala exitosa
Rangel indica que existen cuatro esferas humanas: la biológica, la psicológica, la social y la espiritual que interactúan y que en cada una de ellas los viejos deben ocuparse.
En el terreno biológico, explica, si se padecen enfermedades crónicodegenerativas deben controlarlas acudiendo con el médico. «La idea es que conserven la salud que les queda de manera óptima».
Una buena alimentación, acorde con la edad y las actividades que se realizan, y la práctica de ejercicio son fundamentales para estar saludable.
«Los beneficios del ejercicio son muchos, pues mantiene lubricadas las articulaciones, elimina las toxinas, y genera endorfinas, sustancias que proporcionan bienestar y que sólo con el ejercicio se logran», comenta.
En el ámbito psicológico es muy importante fomentar la convivencia con la familia y con los amigos. Es fundamental dar y recibir.
Para evitar la demencia senil, afección común en las personas de la tercera edad, Rangel recomienda poner a trabajar las neuronas con actividades como resolver rompecabezas y crucigramas.
«La idea es que las neuronas que aún están vivas se sigan desarrollando», añade.
En lo social indica la relevancia de que los adultos mayores se tracen metas. «Si ya no trabajan en forma asalariada pueden buscarse una actividad socialmente productiva que los obligue a levantarse temprano y a arreglarse. Se pueden involucrar por ejemplo en actividades de beneficencia social».
Otro objetivo que se pueden plantear es aprender algún idioma, por ejemplo. Las actividades de entretenimiento, como las clases de baile, también ayudan.
Desde el punto de vista espiritual el rezo es muy benéfico. Rangel explica que no es necesario pertenecer a una religión para mantener comunicación con un ser espiritual o de luz. También propone darse tiempo para meditar.
En este ámbito, Aranda también aconseja estar en contacto con el universo, tener armonía con uno mismo y con el entorno y darse tiempo para estar en paz.

Sexualidad y soledad
El estar viejo no significa que debe anularse la sexualidad y ésta no se reduce a las relaciones sexuales.
Procurar recibir besos, caricias y cualquier otra manifestación de cariño de quienes los rodean es una expresión de la sexualidad.
Rangel afirma que amar y ser amado es los más terapéutico. «Es cierto que disminuye la genitalidad, pero la afectividad perdura», indica.
Aranda comenta que muchos temen la llegada de la vejez por el hecho de sentirse solos pero indica que hay que aprender a disfrutar de la soledad.
«La soledad es muy importante. Con ella se aprende a estar con uno mismo. Muchos la disfrutan porque de jóvenes nunca la tuvieron. Se dan tiempo para escuchar música, caminar, tomar un baño caliente, preparase un té, recapacitar. Su principal amigo son ellos mismos».
Rangel concluye que estando a solas las personas pueden reconocer cuales son sus potenciales y aprender a perdonarse.

Natalia Vitela
Agencia Reforma

EL ENVEJECIMIENTO EN EL MUNDO

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El envejecimiento es un tema mundial dado que afecta en términos globales a la totalidad de la población del planeta. El siglo XX ha visto una revolución en la longevidad con el aumento en la esperanza de vida en casi veinte años desde
1959 hasta 1966 y la expectativa es que se extienda diez años hacia el 2050. El número de personas de 60 años y más crecerá de 600 millones en el año 2000, a 2.000 millones en el 2050. Este fenómeno adquiere una intensidad y una
duración que carece de precedentes en la historia de la humanidad. A mitad del siglo XX el porcentaje de personas mayores de 60 años alcanzaba al 8% de la población mundial en tanto que para mediados del siglo XXI se estima que esta cifra se elevará al 21%. El proceso de envejecimiento es diferencial por regiones de acuerdo a los procesos de transición demográfi ca específi cos de cada zona.
En las regiones más desarrolladas –por continentes en Europa, Norteamérica y Oceanía– adquiere mayor intensidad, en tanto que en Asia y África todavía no ha llegado a adquirir tal magnitud. América Latina se encuentra en un punto
intermedio entre ambos polos (United Nations, 2002). Este proceso tiene consecuencias en todos los niveles de la organización social, desde los aspectos económicos ligados a los mercados de trabajo, los sistemas de seguridad social
y las transferencias intergeneracionales hasta los aspectos sanitarios vinculados a los sistemas de salud pasando también por los aspectos culturales y sociales referentes a los cambios que en la dinámica y composición familiar implica la convivencia de varias generaciones, sea o no en el mismo techo.
Dado este contexto, a partir de la Segunda Asamblea Mundial sobre el Envejecimiento realizada en Madrid en el año 2002 los organismos internacionales han reconocido el envejecimiento como un fenómeno mundial que implica
transformaciones de toda índole en las distintas sociedades. En esta Asamblea se adoptaron compromisos ofi ciales asumidos por los gobiernos para responder a los desafíos que plantea el envejecimiento en todas sus dimensiones y surge a la vez un documento programático que se propone acciones concretas a desarrollar en tres áreas: 1) las personas de edad y el desarrollo, 2) el fomento de la salud y el bienestar en la vejez y 3) la creación de un entorno propicio y favorable.
A partir de estas recomendaciones a nivel mundial, se desarrolla en noviembre del 2003, una reunión de carácter regional en Santiago de Chile, para analizar la implementación para América Latina y el Caribe del Plan de Acción Internacional de Madrid sobre el Envejecimiento. En este encuentro se plantean metas, objetivos y recomendaciones para la acción a favor de las personas mayores en cada una de las tres áreas prioritarias.

Del libro: «Sedimentos y transformaciones en la construcción psicosocial de la vejez.»
de Fernando Berriel, Mariana Paredes y Robert Pérez