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ABUELO SOLO.

Es verdad:

aun extraño aquella novia,

tu abuela, mi  dulce compañera,

compartimos años, amor ,pan y  sal,

el  amor se durmió en el camposanto,

y la sal aunada a la humedad

las heredo a  mis mejillas al partir.

También es verdad,

que me invadió grotesco el  silencio,

mis manos  rebeldes se cerraron,

le di de puñetazos a la vida

y encarcele  las caricias

para que no volaran tras otras huellas,

Y sigo  aquí, dicen que …“vivo”

El color escapo de mi rostro,

y las heridas sangrantes permanecen,

mi lamento como gemido al viento,

es tan estridente a veces,

que  las  aves  huyen asustadas,

despavoridas,

ante el desgarro del dolor.

Mírame , ven,

obsérvame con tus ojos nuevos,

Ten compasión de mi torpeza lucida,

de  esta  pena ante el deterioro de mis años ,

no investigues  cuestiones o aventuras ,

no existen,

tampoco preguntes por  los  besos nunca dados,

ellos se quedaron yertos en  mis labios,

tristes y pardos, insaboros.

¿porque no me fui tras ella?

Era tan fácil el camino,

tuve la opción de dejar de respirar,

¡era mas fácil que continuar  la vida misma!

Pero ya habías  nacido,

un día cualquiera te observe casi sin ver,

era de madrugada y la luna fue tu cómplice,

sonreíste y me perdí,

en tu mirada calida y tu sonrisa,

me di cuenta de que había vuelto a verla .

y renací  a la vida, por ti y por ella.

Autor;

Beda L., Domínguez.

SOLEDAD Y SUICIDIO

2 SOLITAEl número de suicidios aumenta con la edad y es significativo el hecho de que en los varones mayores de sesenta y cinco años es mucho más alto que entre los jóvenes, y tiene mucha menos incidencia en las mujeres (datos procedentes de la Unión Europea).

Comenta el Dr. Soly Bensabat que el grado de evolución de una sociedad se mide por la forma en que ésta trata a sus jubilados y ancianos (en Francia, por ejemplo, casi tres millones de ancianos viven solos, muchos de ellos en condiciones deplorables). El anciano, con el proceso de marginación que sufre actualmente, ve cómo se desmorona su dignidad sin ningún tipo de estímulo afectivo (salvo ficticias expresiones hipócritamente cariñosas de algunos familiares), lo que le conduce a una actitud de abandono que lo va llevando del estrés a la depresión más profunda, y de la depresión a una muerte en soledad.
Jubilación

La sociedad debe cambiar rotundamente en el enfoque que está dando a la jubilación y al trato dispensado a las personas mayores. No podemos permitir que en pleno siglo XXI sigamos tratando a los ancianos de esta forma. Tomemos un buen ejemplo de otras culturas, como la oriental, que desde siempre han sentido un profundo respeto por sus antepasados y por las personas de edad, a las que admiran como depositarias de sabiduría y experiencia. No obstante, este modelo compasivo también está cambiando y uno de los motivos que debe hacernos reflexionar profundamente es el desarraigo familiar y el desmoronamiento de los valores éticos que carcome la propia estructura social y familiar. Los centros geriátricos se están convirtiendo en los “trasteros” o “aparcamientos” de millones de familias que abandonan allí a los ancianos porque en casa son un “estorbo”.

Por supuesto, hay excepciones y existen también otros motivos sociales, médicos y legales que hacen de esta medida la única opción posible. Pero en el resto de los casos la cruda realidad es que abandonamos cada vez de forma más alarmante a nuestros mayores. Y esto debe comenzar a cambiar porque, si la salud o la suerte lo permiten, todos llegaremos a traspasar la puerta de la jubilación y nos veremos enfrentados a esta experiencia. Comencemos a prepararnos con antelación, sobre todo cuando “se es demasiado viejo para ser joven pero demasiado joven para ser viejo”, es decir, a partir de los cuarenta años. Recordemos que todo cambia y nada es permanente en el fluir inexorable de la vida: los cuerpos, la sociedad, el mundo son realidades fugaces e interdependientes en las que nuestros actos, voluntades y acciones perfilan el modelo de sociedad en la que vivimos.

Una práctica magnífica (y lleva siglos demostrando su eficacia) es la meditación. Meditar ayuda a integrarnos con la realidad y a liberarnos de múltiples apegos que nos asedian y causan dolor (el pasado, los trabajos perdidos, la juventud que se aleja…). Debemos aprender a vivir aquí y ahora, pues el ayer ya no es y el mañana no existe aún. Y por encima de todo tenemos que desarrollar en nosotros la compasión, que es la única meta a la que debemos aspirar.

Estas frases de Buda y Cristo resumen perfectamente la ética de la bondad y la compasión, piedras angulares en las que debemos asentar nuestra sociedad:

“Considera a los otros como si fueran tu mismo” (Buda).

“Tratad a los demás como queréis que ellos os traten” (Cristo).

Por Javier Akerman

LA SOLEDAD EN LAS PERSONAS MAYORES

27Es clásica la presentación de las tres crisis asociadas al envejecimiento: la crisis de identidad, de autonomía y de pertenencia.
La crisis de identidad viene dada especialmente por el conjunto de pérdidas que se van experimentando de manera acumulativa, que pueden deteriorar la propia autoestima porque aumentan la distancia que la persona mayor percibe entre su yo ideal y su yo real.
La crisis de autonomía viene dada especialmente por el deterioro del organismo y de las posibilidades de desenvolverse de manera libre en el desarrollo de las actividades normales de la vida diaria.
La crisis de pertenencia se experimenta particularmente por la pérdida de roles y de grupos a los que la vida profesional y las capacidades físicas y de otra índole permitían adoptar en el tejido social.
La toma de conciencia de esta triple crisis que tiene lugar en el proceso de envejecimiento, puede permitirnos hacernos cargo de la envergadura de la experiencia de la soledad que, a veces, puede ser vivida como una verdadera muerte social, una muerte del significado de la presencia en el mundo dada por el cuestionamiento de la propia identidad, de la propia autonomía y del propio ser en el mundo.
El ser humano es un ser social por naturaleza, desde que nace hasta que muere. Necesita de los demás para vivir. La soledad surge, entonces, de la tendencia de todo ser humano a compartir su existencia con otros. Si esto no se logra, surgen sensaciones de estar incompleto y la desazón derivada de ello.
En la soledad el ser humano añora la fusión con otra u otras personas y desea comunicación para subsistir. La soledad se manifiesta por una sensación de vacío y de falta de algo que se necesita. Aparece cuando las personas no encuentran un otro. La vejez es uno de esos momentos en los que más fácil se puede experimentar la soledad
Cuando una persona busca a alguien y descubre que nadie está disponible para ella, que nadie satisface sus necesidades de cualquier naturaleza, que nadie se ocupa de ella en un sentido singular y profundo, que a nadie importa directa y verdaderamente, o que no hay nadie buscándola o esperándola, se nutre de una sensación de vacío y de una “falta de algo” que se necesita. Aparece la soledad
Soledad, por consiguiente, es el convencimiento apesadumbrado de estar excluido, de no tener acceso, quién sabe por qué, a ese mundo de interacciones, de contactos tiernos y profundos.
En principio, la soledad es una condición de malestar emocional que surge cuando una persona se siente incomprendida o rechazada por otros o carece de compañía para las actividades deseadas, tanto físicas como intelectuales o para lograr intimidad emocional.
Estudios realizados en España, muestran que la mayoría de las personas mayores no se sienten solas, sino que la soledad la acusa un 8% del total de las mismas.
La soledad de los mayores es una de esas situaciones de vulnerabilidad y marginación – y posible exclusión – que viven un numeroso grupo de personas mayores que difícilmente elevarán el grito y exigirán la satisfacción de sus necesidades debido a la fragilidad en que se encuentran.
Los mayores que se sienten solos no provocan una crisis social significativa como podrían provocarla otros grupos porque no tienen ni siquiera las suficientes fuerzas como para exigir sus derechos.
Aunque la soledad no produce síntomas externos graves, quienes la padecen afirman que se trata de una experiencia desagradable y estresante, asociada con un importante impacto emocional, sensaciones de nerviosismo y angustia, sentimientos de tristeza, irritabilidad, mal humor, marginación social, creencias de ser rechazado, etc.

Por Juan Aº Olmo Cascos (Univ. Laboral de Córdoba)