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LOS DESAFIOS DE LA EDAD

Hay tres hechos relevantes a un planteamiento ético en relación con la vejez, que atañe a cada individuo, y al envejecimiento vinculado con el proceso de cambio estructural en la sociedad.

  • El primero es de naturaleza demográfica. En todos los países del mundo, tanto en cifras absolutas como relativas, los adultos mayores han aumentado en los últimos decenios. Se espera que las mejores condiciones de vida permitan a la población de muchas naciones aumentar sus años de vida, hasta alcanzar límites de longevidad mayores, si bien aún inciertos.
  • El segundo, de naturaleza social, nos mostrará una convivencia intergeneracional de un tipo hasta ahora inédito: muy jóvenes convivirán con muy ancianos; adultos de edad media se relacionarán con adultos mayores en condiciones de una creciente igualdad física y mental que los obligará, en particular al interior de la familia, a recrear las formas de convivencia y de solidaridad.
  • El tercero, y ligado a lo anterior, la longevidad se acompañará de una demanda de servicios en las edades finales de la vida de proporciones sin precedentes. La compresión de morbilidad esperable hará necesarias decisiones sobre provisión de ayuda y sobre las formas que deberá asumir la organización social para enfrentar las crecientes y diversificadas necesidades.

Por otro lado, en un clima de progresiva conciencia de los derechos de grupos de opinión y de presión, se ha llegado a un «mosaicismo social»: cada minoría aboga por sus derechos, delimitándose de otras y logrando su nicho en el cuerpo social, a veces combativamente. Ha ocurrido así con grupos naturales y artificiales. En la sociedad estadounidense, por ejemplo, los negros, las mujeres, los homosexuales, los pacientes, por sólo nombrar algunos grupos, se han organizado para afianzar su independencia y luchar por sus derechos. La paradójica ambigüedad en que se encuentra la ancianidad es, por una parte, su mayor grado de dependencia y de desvalimiento, frente a la necesidad creciente de luchar con mayor vigor y organización por sus derechos o por el reconocimiento de ellos.

Fernando Lolas Stepke

FACTORES PSICOLÓGICOS Y CALIDAD DE VIDA EN LA VEJEZ.

Calidad de vida.
abuLa calidad de vida ha sido estudiada desde diferentes disciplinas. Socialmente calidad de vida tiene que ver con una capacidad adquisitiva que permita vivir con las necesidades básicas cubiertas además de disfrutar de una buena salud física – psíquica y de una relación social satisfactoria.
Entre los investigadores no hay consenso en la definición de «calidad de vida». Concepto que involucra muchas variables subjetivas satisfacción, felicidad, autoestima…es difícil de medir. Las variable  objetivas son de medición más fácil, la economía, el nivel socio – cultural los déficits funcionales, problemas de salud.
Los investigadores con orientación clínica suelen definir calidad de vida en términos de salud y/o de discapacidad funcional.  Está claro que la variable salud es la de mayor peso en la percepción de bienestar de los ancianos y, que los déficits de salud constituyen el primer problema para ellos» .

En las sociedades que envejecen a ritmo creciente, promocionar la calidad de vida en la vejez y en la vejez dependiente es el reto más inmediato de las políticas sociales. El creciente aumento de la esperanza de vida, el descenso sin precedentes históricos de la tasa de natalidad, los cambios en la estructura, en el tamaño, en las formas en la familia, los cambios en el status de las mujeres, la reducción creciente de las tasas de actividad laboral entre las personas de cincuenta y cinco y más años, han convertido el envejecimiento de la sociedad en una cuestión de máximo interés.

Son muchas las consecuencias de todos esos procesos, tanto a nivel macrosocial como en las experiencias individuales. Cómo dar sentido a la vida tras una jubilación llegada en muchas ocasiones de forma anticipada e imprevista, cómo hacer frente al mantenimiento de un hogar –en ocasiones con hijos/as dependientes- con una pensión, cómo enfrentarse a la enfermedad crónica y a la dependencia de uno o más miembros ancianos de la familia. Son sólo algunos temas que necesitan un abordaje teórico y práctico responsable y riguroso. La sociedad se encuentra ante nuevos retos para los que necesita instrumentos nuevos. Se requiere un concepto nuevo de solidaridad entre las generaciones y entre los distintos grupos, en un mundo cada vez más complejo, más inseguro, más indeterminado.

La calidad de vida en la vejez tiene que ver con la seguridad económica y con la inclusión social que se asegura por medio de infraestructuras de apoyo y redes sociales. Todo ello promoverá la participación de las personas de edad como miembros activos de la comunidad, una de cuyas funciones puede ser transmitir sus experiencias a las generaciones más jóvenes, al tiempo que comprenden su estilo de vida y los desafíos que les son propios. Todo ello en una sociedad inmersa en procesos que la llevan también a ella a aprender a envejecer.

La calidad de vida en la vejez dependiente implica necesariamente el apoyo social y familiar a las personas que desean continuar viviendo en la comunidad, siendo cuidadas en familia, para que puedan seguir haciéndolo, al tiempo que siguen desarrollándose todas sus potencialidades hasta el último momento. Eso conlleva el apoyo material y afectivo a los familiares que, con distintos grados de implicación, participan en la acción de cuidar. Políticas que tengan presente la dimensión femenina de los cuidados de salud, para que no contribuyan a seguir reforzando el rol dependiente de las mujeres cuidadoras.

Mucho mejor para algunos y peor para otros. Los americanos mayores que no desarrollan alguna enfermedad debilitante están más sanos y vigorosos que sus homólogos de hace varias generaciones. Tienen un aspecto más juvenil, se sienten mejor y actúan con más vitalidad que sus padres y abuelos a su misma edad. Estos jóvenes – mayores (muchos ya han sobrepasado su ochenta cumpleaños) dicen sistemáticamente a los investigadores «soy mucho más joven que mi madre o mi padre a esta edad». En la mayoría de las personas, los problemas graves de salud no surgen hasta al menos los 75 años. Los que se encuentran entre los 65 y 74, por ejemplo, casi el 80 por 100 no tiene ninguna dificultad con las actividades del cuidado de la casa –incluyendo las tareas pesadas. Desde 1900, las formas de convivencia de las personas mayores han cambiado de tal forma que nada tienen que ver con las anteriores. Al inicio del siglo XX pocas personas mayores eran propietarios de su casa. Ya fuera una casa, apartamento o una habitación en una pensión, sólo el 29 por 100 de los adultos mayores casados y el 11 por 100 de los solteros vivían independientemente. En 1986, la situación dio un giro a la inversa. Dos factores han amparado esta tendencia. Una es la riqueza. Las personas mayores medias tienen más bienes que a principios de siglo. Pocas personas mayores se ven forzadas por las circunstancias a vivir con un hijo u otro familiar (generalmente algún hermano/a). El segundo factor es el bajo índice de nacimientos durante la Gran Depresión. En 1975, los americanos tenían menos hijos de quienes depender cuando llegaran a la tercera edad.

Los padres de la generación del baby-boom, que ahora están llegando a la jubilación, también será una cohorte acomodada, porque nacieron durante la Gran Depresión y entraron en el mercado laboral en un momento de expansión económica, cuando relativamente poco dinero ofrecía amplias oportunidades económicas. Aunque tendrán más hijos vivos en quienes poder confiar, la mayoría los necesitarán menos que en generaciones anteriores. Cuando los hijos del baby-boom se jubilen, es posible que estén en peor situación que sus padres, y debido a su bajo índice de natalidad, probablemente tendrán menos hijos vivos.

En el futuro, un número cada vez mayor de parejas llegará a la tercera edad en etapas discrepantes de la vida. Al haber una proporción mayor de mujeres de mediana edad que trabajan fuera de casa, más hombres se encontrarán con que aunque ellos ya estén a punto de jubilarse, sus esposas todavía estarán muy absorbidas en sus trabajos.

Puesto que la mayoría de las mujeres son más jóvenes que sus esposos, esta tendencia aumentará – y cuanto mayor sea la diferencia de edad, más se agudizará el problema .

LA VEJEZ Y LAS CUATRO EDADES.

lascuatroedLa vejez ha de contemplarse como un proceso diferencial y no como un estado. Se trata de cambios graduales en el que intervienen un número muy considerable de variables con diferentes efectos o que dará como resultado una serie de características diferenciales muy acusadas entre las personas de la misma edad cronológica.

Edad cronológica: Los años transcurridos desde el nacimiento. Definición referencias y arbitraria de vejez.

Edad biológica: Tiene en cuenta los cambios fisicos y biológicos que se van produciendo en las estructuras celulares, de tejidos, órganos y sistemas. Definición con grandes limitaciones por las diferencias de ritmo interpersonales e intrapersonales.

Edad Psicológica: Define la vejez en función de los cambios cognitivos, efectivos y de personalidad a lo largo del ciclo vital. El crecimiento psicológico no cesa en el proceso de envejecimiento (capacidad de aprendizas e, rendimiento intelectual, creatividad, modificaciones afectivovalorativas del presente, pasado y futuro, así como crecimiento personal).

Edad social: Suele medirse por la capacidad de contribuir al trabajo, la protección del grupo o grupos a que pertenece y la utilidad social. Estimación que varía según las sociedades, sus leyes, valoraciones, prejuicios y estereotipos, oscilando entre los extremos del continuo «viejo-sabio»/»viejo inútil».