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TERCERA EDAD… ¿DECADENCIA O PLENITUD?

Como otra etapa de la vida, la tercera edad debe vivirse con los pies en la tierra, el corazón en la mano y los ojos en lo trascendente.

4321Según estimaciones del Fondo de Naciones Unidas, el número de personas con más de 65 años de edad asciende a 600 millones en todo el mundo.
¿A qué se debe este creciente número de personas de la tercera edad?
Múltiples son sus causas, pero tal vez cabe mencionar, entre las principales, la disminución de los nacimientos y de la mortandad infantil y, sobre todo, el progreso de la ciencia en la medicina y en la cirugía.
Gracias a esto, si los nacidos en 1900, a nivel mundial, tenían una esperanza de vida de 34 años, hoy el nivel promedio de vida es de 70.

¿Qué es y cuando llega la Tercera Edad?
Hay muchas preguntas y exclamaciones que se oyen a nuestro alrededor respecto a la tercera edad:
– ¿Qué es?
– ¿Cuándo comienza?
– ¿Qué problemas acarrea?
– ¿Cómo será la mía?
– ¿Soy anciano por tener 70 años?
– ¡Yo no quiero vivir si no puedo valerme por mí mismo!
– ¡No quiero vivir marginado!
– ¡No quiero llegar a perder mi fuerza, mis facultades, mi amor a la vida!

Estas preguntas y exclamaciones a veces nos hacen rechazar inconscientemente esta etapa de la vida, no menos importante y hermosa.

¿Cuándo se es de la «tercera edad»?
Para unos la edad se tiene en las arterias. Para otros: «joven es el que mira al futuro, maduro el que mira el presente y viejo el que mira el pasado».
Hay otros que miden la edad por la «juventud» o «vejez» del corazón y no por el calendario.
Todo esto nos lleva a pensar que el hombre puede vivir tres edades correspondientes a la tercera edad: la cronológica que señala los años, la biológica que marcan las arterias y la psicológica que apunta el corazón.
Lo cierto es que la tercera edad aparece en un cierto momento, de manera silenciosa, poco a poco y es una realidad que debemos aprender a vivir.

Visión pesimista.
Hay quienes sólo ven en la persona de la tercera edad el deterioro que salta a la vista y que poco a poco va apareciendo con sus consecuencias.
Ven sólo la piel arrugada, manchada. Ven sólo el cuerpo inclinado y la lenta desaparición de las fuerzas físicas. Ven sólo la disminución de ciertas facultades como la inteligencia y la memoria.
Por un lado el deterioro físico y por otro el deseo enorme de aferrarse a la vida, forma una combinación que a veces culmina en apatía, amargura, irritabilidad.
Este comportamiento negativo se debe casi siempre a algún padecimiento o enfermedad, a un resentimiento por abandono o marginación, a una falta de autoestima y/o sentido de la vida que se perdió o que nunca se ha descubierto.

Visión optimista.
Aunque a primera vista pueda parecer la vejez un deterioro, se le debe ver y apreciar más bien como un desierto donde no se ven plantas, ni flores, árboles, agua, ni vida aparente. Pero…, si se perfora la tierra de ese desierto, aparecerán riquezas como ríos de agua subterráneos y yacimientos de petróleo.
Si caen las lluvias, brotarán -de aquella pobreza aparente- miles de plantas, arbustos y flores de mil colores.
En la persona de la tercera edad hay mucha riqueza. ¡Es todo un remanso de paz! por haber conseguido el ansiado equilibrio interior.
Ya no le turba, ni le espanta cualquier cosa, ni siquiera el trato con los demás. Tiene experiencias que ha ido formando con sus éxitos y fracasos, viviendo días alegres y días tristes, llenos de esfuerzos y luchas.
Es una persona que es ¡un tesoro de sabiduría! La escuela de la vida le ha enseñado mucho, ya lo dice esta frase: «Poco sabe el que poco ha vivido».
Víctor Hugo, el gran dramaturgo, habla de esta sabiduría como de una «luz»: «si se ve fuego en los ojos de los jóvenes, en el ojo del anciano se ve luz».

La tercera edad es ¡tiempo de plenitud!
No es el final, sino la continuación de la vida. El gran artista, Pablo Picasso, siguió pintando hasta los 91 años de edad. Lo mismo hizo Salvador Dalí, otro gran pintor.
Si hay vida enriquecida por el equilibrio interior, por la experiencia y la sabiduría; entonces no deberíamos encontrar tanta persona de la tercera edad, inquieta, irascible, malhumorada, avara, egoísta, en una palabra: difícil.

Visión realista
La vida es comparable a un navegar. Hay un puerto de partida y un puerto de llegada.
Comenzar a vivir, es empezar a navegar hacia el puerto, el destino final.
Comenzar a vivir es empezar a envejecer, por lo tanto el envejecimiento, el deterioro, pertenece a todas las edades aunque a la tercera edad le correspondan ciertas características que debemos de aceptar y darles sentido para que no nos lastimen y nos hagan personas irascibles e intratables.
La decadencia física es una de esas características y consiste por lo general, en un «embotellamiento» de los sentidos, en un deterioro de la percepción, en trastornos visuales y auditivos.
Se da también en esta edad, una pérdida de vigor intelectual y una clara disminución de la memoria de fijación mientras que se conserva la memoria de evocación, o sea que sólo se recuerdan los acontecimientos lejanos y se olvidan fácilmente los cercanos.
Otra característica es la alteración frecuente en la emotividad, que les lleva a no ser dueños de sus sentimientos. Con facilidad se alteran, se deprimen y se resisten a todo cambio. Se aferran al pasado y temen el futuro.
A pesar de todo, no debe haber lugar para el pesimismo. Lo bello (la juventud) debe dejar paso a lo sublime (la vejez).
Porque sublime es la vida cargada con años de experiencia, de sabiduría, de entrega a los demás.
La persona de la tercera edad no debe olvidar lo que dice el pensador hindú Tagore: «No lloremos por haber perdido el sol, pues las lágrimas no nos dejarán ver las estrellas».

Y es que la tercera edad es una etapa más de la vida que nos ofrece gozo, nuevas oportunidades, y se debe vivir conscientemente, sin ajetreos, como una oportunidad para reflexionar sobre lo que se ha hecho o dejado de hacer. ¡Lo que falta por hacer! ¡Lo que falta por corregir!
Debe ser un «tiempo luminoso» de coloquios interiores. Tiempo para hablar con uno mismo, con Dios, con los demás. Una etapa de la vida donde se ame la tranquilidad, el reposo, el silencio. Tiempo para huir de los ruidos, de los conflictos, de los peligros, de las tensiones.

Sólo con esta actitud se podrá realizar la misión de la tercera edad, que es llenar el vacío entre generaciones, enseñar la verdadera jerarquía de valores, transmitir las buenas costumbres, la cultura, la fe. Enriquecer al mundo y a la familia con las propias experiencias, con el consejo, con la serenidad y la paz que tanta falta hacen.

El General Mc Arthur dejó estos criterios para que cada persona se encasille en el grupo de jóvenes o viejos según se perciba a sí misma:
«No se es viejo por haber vivido un cierto número de años, se es viejo por abandonar un ideal. Los años arrugan la piel, pero renunciar al ideal, arruga el alma. Las preocupaciones, las dudas, el temor y la desesperanza son los enemigos que lentamente nos hacen curvar hacia la tierra y nos convierten en polvo antes de la muerte. Joven es aquel que se sorprende, se maravilla y pregunta como el niño insaciable: ¿y después? Él desafía los acontecimientos en el juego de la vida».
«Usted es tan joven como su fe, tan viejo como su duda; tan joven como su confianza en usted mismo, tan firme como su esperanza y tan viejo como su abatimiento».
«Usted permanecerá joven mientras sea receptivo a cuanto es bello, bueno y grande; receptivo a los mensajes de la naturaleza, del hombre, del infinito».
«Si un día su corazón es mordido por el pesimismo y carcomido por el cinismo, que Dios pueda tener piedad de su alma vieja».

La tercera edad, como todas las edades del hombre, debe de vivirse con los pies en la tierra, el corazón en la mano y los ojos en el cielo.

El hombre es un ser trascendente, y por lo tanto, debe vivir dándole a su vida un sentido, un ideal, un por qué, que lo motive, lo oriente, y sobre todo, debe vivir las diferentes edades y circunstancias en armonía con él mismo y con los demás.
Por: Pilar F. de Sada.
Fuente: Desarrollo y Formación Familiar, A.C.

SOMOS MÁS FELICES EN LA VEJEZ QUE EN LA JUVENTUD.

a0011-000020Un estudio realizado en la University of Michigan, Ann Arbor, en Estados Unidos, ha desvelado que la vejez no sólo trae consigo los achaques: también conlleva cierta felicidad que los jóvenes –y algunos mayores- no esperaban. Con la edad, aprendemos a manejarnos mejor con las idas y venidas de la vida, por lo que, en la vejez, somos capaces de sentirnos más felices a pesar de que, objetivamente, hayamos entrado en la decadencia física. Sin embargo, las creencias vigentes en la sociedad hacen que no veamos las ventajas de la vejez. El estudio demuestra que se puede aprender mucho de los mayores, simplemente porque saben más sobre la vida.

Los jóvenes e incluso los ancianos tienden a pensar que la vejez está relacionada con la tristeza y la decadencia, pero en la realidad no sucede así. La investigación realizada , reunió a un total de 540 adultos que fueron divididos en dos grupos, el primero de edades comprendidas entre los 21 y los 40 años, y el segundo de 60 años en adelante.

A todos se les pidió que calificaran o predijeran su felicidad individual en el momento actual, a los 30 años y a los 70, así como que expresaran la felicidad que, a su modo de ver, tenía la mayoría de la gente a esas mismas edades. Los resultados de esta investigación también han sido publicados por el Journal of Happiness Studies

Prejuicios equivocados.
Gracias al estudio han podido comprenderse mejor determinadas decisiones de la gente joven acerca de sus hábitos (como el tabaco o el ahorro de dinero), al considerar que éstos podrían afectar a su vida en la vejez; así como entender por qué casi todo el mundo quisiera frenar el paso del tiempo y sus marcas en el cuerpo.

Los estereotipos sociales nos marcan estas directrices, los temores acerca de nuestros últimos años de vida, e incluso la forma que tenemos de tratar a los ancianos en la actualidad, así como las políticas sociales que se aplican a ellos.

Por eso resulta importante que haya investigaciones que modifiquen nuestros prejuicios. Este estudio es el primero que se realiza para examinar la capacidad humana de recordar o predecir la felicidad a lo largo de la vida

La sorpresa de la felicidad.
El director de este nuevo trabajo, el psicólogo Peter Ubel, ha llevado a cabo diversos estudios sobre este tema, descubriendo que la gente es a menudo sorprendentemente feliz, incluso en condiciones muy desfavorables, lo que sugiere una adaptabilidad a los problemas médicos o de otra índole.

Ubel señala que la gente suele creer que la felicidad depende de nuestras circunstancias, y que si algo bueno ocurre, esto la garantizará a largo plazo, mientras que si sucede algo malo, la felicidad terminará. Sin embargo, la felicidad sucede gracias a nuestros recursos emocionales subyacentes, que suelen aumentar según vamos cumpliendo años. Con la edad, aprendemos a manejarnos mejor con las idas y venidas de la vida, por lo que, en la vejez, somos capaces de sentirnos más felices a pesar de que, objetivamente, hayamos entrado en la decadencia física.

Esta nueva investigación pretendía descubrir si, además, según va entrando en la madurez, el ser humano cambia sus apreciaciones y actitudes con respecto a la vejez.

Cómo se hizo.
El estudio fue llevado a cabo a través de una encuesta on-line con seis preguntas, planteadas en cuatro órdenes diferentes para reducir los prejuicios. Ambos grupos estaban formados por hombres y mujeres en igual número.

A cada participante se le pidió una valoración acerca de su actual nivel de felicidad en una escala del 1 al 10, así como una valoración en la misma escala acerca de la media de felicidad que ellos consideraban que tenía la gente de su edad. Asimismo, a todos se les solicitó que recordaran o predijeran (según la edad que tenían) su nivel de felicidad a los 30 y a los 70, también del 1 al 10, y la media de felicidad que suponían podía tener cualquier persona a esas edades.

Los análisis estadísticos de la encuesta revelaron que la gente del grupo de los mayores se sentían mucho más felices que los del primer grupo, pero que todos los participantes en general opinaban que a los 30 años se era más feliz que a los 70, y que la felicidad disminuía con la edad.

Los investigadores pretenden hacer estudios posteriores para examiner el impacto de las creencias individuales es sus predicciones y recuerdos acerca de la felicidad.

Más sabios.
Según declaraciones del profesor Ubel en el comunicado de la universidad de Michigan, el secreto para que seamos más felices en la vejez es muy sencillo: los tropiezos en la vida nos hacen más sabios, lo que provoca generalmente una mejoría en nuestras emociones.

Sea cuales fueren nuestras condiciones al nacer, el caso es que las experiencias a lo largo de la vida conllevan la adquisición de conocimiento, y eso nos hace más felices, incluso frente a la adversidad.

El recuerdo que solemos mantener de la juventud es el de las posibilidades que teníamos aún por descubrir, el de un cuerpo sin deterioros y el de las diversiones. Sin embargo, también hay que recordar cómo aún teníamos que aprender acerca de ciertas emociones básicas, a relacionarnos con los demás, acerca de nosotros mismos, etc. Probablemente, con la edad nos parezca más fácil vivir que al principio de la vida, insiste Ubel.

Marta Morales

CÓMO ENVEJECER BIEN

longeviParte del secreto del buen envejecer radica en la juventud interior y en la actitud personal.

¿Cómo prepararse para la última etapa de nuestra vida? Envejecer no es fácil para todos. Es un proceso que comporta numerosas pérdidas, pero también ganancias. Incluso, en el peor de los escenarios, la dependencia total, es posible descubrir una forma de crecer, de sublimarse y de sentirse bien. Se suele hablar de los factores que contribuyen a mantener la longevidad física pero, ¿son suficientes? Los expertos sostienen que no bastan y revela algunas de las claves psicológicas fundamentales para envejecer bien y tener una vida longeva.

Longevidad con juventud
Envejecer bien es una suerte que, en parte, depende de la actitud de cada persona. Envejecer no es lo mismo que ser viejo, un estado del espíritu que consiste en ver la vida con tristeza y amargura. Una persona se puede sentir vieja a los 60 años y joven a los 80. Éste el mensaje con el que arranca «La suerte de envejecer bien. La plenitud de la vida», obra de la psicóloga y psicoterapeuta Marie de Hennezel.

En 2050, por cada niño habrá tres personas con más de 60 años, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). El número de «seniors», como denomina Hennezel a los mayores, sigue al alza de forma imparable. Mientras en unas sociedades el miedo a la vejez y al deterioro físico se contagia y los ancianos son percibidos como una carga, en otras son considerados auténticos tesoros. Esto es lo que sucede en la isla japonesa de Okinawa, que cuenta con numerosos habitantes centenarios.

La larga vida de los ancianos de Okinawa, designada por la OMS como región de la longevidad, no se explica sólo por la genética, ya que se ha comprobado que cuando sus habitantes abandonan la isla disminuye su esperanza de vida. Tampoco se justifica por el buen clima y los sanos hábitos nutricionales que siguen, basados en comer poco y lento, tomar alimentos sanos como el pescado, la soja, el arroz o las algas ricas en yodo y calcio, y evitar pasteles y golosinas, expone Hennezel.

El bienestar psicológico, ser felices en esta etapa de la vida, es crucial para envejecer bien y vivir más tiempo.

La admirable longevidad de estos japoneses se debe también a su bienestar psicológico. Son ancianos socialmente activos, optimistas frente a los problemas y se sienten felices de ser viejos, sin tener la sensación de que son un peso o una carga para la sociedad. «El calor de nuestro corazón impide a nuestro cuerpo oxidarse», dicen. El mensaje parece claro: la longevidad no está condicionada sólo por la genética y los hábitos saludables. El bienestar psicológico, ser felices en esta etapa de la vida, es crucial para envejecer bien y vivir más tiempo.

Envejecer no es una debacle
«Envejecer no es una debacle ni una edad dorada. Es una etapa tan rica y digna de ser vivida como las otras, apasionante de vivir, con sus alegrías y sus dificultades. Da problemas, por supuesto, a todos los niveles: económicos, sociales, psicológicos», pero contra esta realidad Hennezel aboga por un realismo positivo que consiste en mirar estos problemas de frente y saber anticiparse a ellos. Esta psicoterapeuta afirma que envejecer es «un arte contradictorio: por una parte es un naufragio, por otra, una progresión».

Es un naufragio porque comporta numerosos duelos por la pérdida de la energía vital, la juventud perdida, la esperanza de vida, la salud (aparecen los achaques), familiares y amigos de la misma edad que fallecen, el trabajo y el éxito profesional, la autonomía personal, hasta la independencia económica.

No obstante, en el peor de los casos, Hennezel sostiene que es posible experimentar un importante crecimiento interior y aprender a saborear la vida de otra forma, puesto que envejecer también es una ganancia en términos de experiencia, sabiduría, crecimiento interior y espiritual. El objetivo en la vejez no debe ser buscar el éxito y el reconocimiento exterior, sino que la satisfacción viene cuando se madura interiormente.

Entre la renuncia a la juventud y la aceptación de la muerte hay un tiempo en el que nos podemos sentir profundamente felices y libres. Ese tiempo es la oportunidad que tenemos de conocer aspectos de nosotros que desconocíamos, de ver, sentir y amar de otra manera.

CLARA BASSI
Fuente: revista.consumer