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FACTORES DE RIESGO DE CAÍDAS EN ANCIANOS.

caida1En los EE.UU., aproximadamente un tercio de las personas con más de 65 años que viven en sus domicilios se caen al menos una vez al año, mientras que el porcentaje aumenta a la mitad en los que viven en residencias geriátricas.
Estas caídas provocan, aparte de lesiones traumáticas que pueden ser graves o que acentúan la incapacidad, problemas emocionales (como depresión o miedo a caerse), lo que conduce a un decaimiento funcional, aislamiento social y, en algunos casos, a la muerte.
Los traumatismos por caídas suponen la sexta causa de muerte en las personas ancianas. En los EE.UU. se estima que aproximadamente el 70% de todas las muertes producidas por caídas (70.000 al año) ocurren en el 13% de la población, que es la que tiene 65 años o más. Estas caídas afectan a la calidad de vida y acentúan el deterioro funcional inherente a la ancianidad.
Un estudio de una pequeña población de ancianos admitidos en el servicio de urgencias de un hospital ha demostrado que aproximadamente la mitad de los atendidos relata episodios de caídas que no constan en historia clínica alguna. Es muy importante conocer y reconstruir en lo posible estos episodios para diseñar las medidas preventivas apropiadas.

Edad. Los trastornos del equilibrio neuromuscular y de la homeostasis cardiovascular relacionados con la edad suponen un riesgo de caídas. La edad ocasiona a la larga una degeneración de los mecanismos mecanoreceptores de las grandes articulaciones, como la rodilla, que dan señales a nuestra consciencia acerca de la posición de las partes del cuerpo en el espacio.
Las personas ancianas tiene más dificultad para mantenerse momentáneamente sobre una extremidad (por ejemplo cuando se visten) que las personas más jóvenes, entre otros motivos porque con la edad disminuye la masa muscular (pérdida de fuerza). Se deteriora también el mecanismo que regula los cambios de la presión arterial en posición de pie y aumenta el riesgo de deshidratación, con la consiguiente disminución de la volemia, entendida como volumen de sangre circulante por el sistema circulatorio.
Trastornos neurológicos.
Los trastornos de la marcha y del equilibrio, entre los que se incluyen los asociados con la espondilosis cervical y déficits multisensoriales, son causas frecuentes de caídas. También lo son los accidentes vasculares cerebrales que provocan una hemiparesia o una hemiplegia y la enfermedad de Parkinson con sus trastornos en la marcha.
Problemas podológicos.
Se ha demostrado que entre los factores de riesgo más importantes en las caídas de ancianos que viven en residencias geriátricas deben incluirse los problemas de los pies: uñas excesivamente largas, callosidades dolorosas, juanetes y otras deformidades.
Síncope. Breves episodios de pérdida de la conciencia son la causa de aproximadamente el 5% de las caídas.
Medicación. El riesgo de caídas aumenta con determinados medicamentos, entre los que se incluyen psicotrópicos (como los tranquilizantes, los hipnóticos, antidepresivos, ansiolíticos) y los fármacos cardiovasculares como la digoxina, algunos antiarrítmicos y diuréticos.
El consumo de alcohol debe ser investigado, ya que incluso a dosis pequeñas puede provocar trastornos en la marcha de los ancianos y caídas.
Hipotensión postural.
La hipotensión postural se define como la caída de la presión arterial sistólica en 20 mm de Hg (mercurio) cuando el paciente pasa de la posición acostada o sentada a la posición de pie. Esta hipotensión postural afecta aproximadamente 20% de los ancianos y ha sido considerada como la causa de un 5% de las caídas.
Factores ambientales.
Cuando una persona con más de 65 años sufre una caída, ésta suele producirse durante una actividad normal tal como pasear o cambiar de posición (levantarse de la cama, por ejemplo). Subir o bajar escaleras puede ser un ejercicio arriesgado en los ancianos; aproximadamente un 10% de las caídas ocurren precisamente en
las escaleras, muchas por medir mal la amplitud del paso en el último escalón. Unas cintas adhesivas con un color de suficiente contraste colocadas estratégicamente sobre estos escalones finales puede contribuir a la prevención de este tipo de caídas.
En las residencias geriátricas, donde abundan asilados que utilizan sillas de ruedas, las caídas pueden ocurrir durante el traslado de los pacientes a o desde estas sillas. La prevención de estas caídas exige una cuidadosa evaluación de la caída que sufrió el paciente (las circunstancias derivadas de su estado físico y del espacio donde ocurrió, sea la casa, la residencia o la calle).

Evaluación tras la caída

La evaluación del paciente implica un completo examen físico, valoración de su movilidad y actividades y los apropiados exámenes de laboratorio.

Las preguntas a las que debe contestarse en este examen tras la caída de un anciano son éstas:

a) ¿Padece alguna enfermedad?
b) ¿Qué medicación toma?
c) ¿Ha podido recuperarse (por ejemplo, levantarse del suelo) tras la caída?
d) ¿Cómo sucedió? ¿Se cayó bruscamente o se deslizó suavemente hacia
suelo? ¿Se notaron previamente signos de lo que iba a suceder?
e)  ¿Hubo algún factor que pudiera considerarse como precipitante?

Tras la asistencia médica prestada una vez sufrida la caída, deben ponerse en marcha medidas de prevención individualizadas: Terapia ocupacional y, sobre todo, un programa de ejercicios físicos, en especial aquellos que mejoran la potencia del músculo cuadriceps. A todo esto debe asociarse la recomendación de aquellos dispositivos que aseguren la marcha estable (bastones, andadores, etc.) cuando se considere necesario. La medicación debe ser revisada y retirada o ajustada en sus dosis cuando se sospeche que ha podido contribuir a la caída.
La eliminación de obstáculos físicos en su hábitat y la puesta en marcha de un programa de ejercicios que pueda ayudar al paciente a recuperar fuerza muscular y equilibrio, así como aprender técnicas de movilización que puedan disminuir el riesgo de caídas.
Fuente

¿MÁS VIEJOS Y MÁS FELICES?

Nuevos estudios revelan que la felicidad llega con la edad .

felicesLos «años dorados de la juventud» parecen perder su brillo. Un estudio reciente indica que los mayores son más felices que los jóvenes. El secreto estaría en el cerebro.

Gracias a recientes investigaciones, tenemos un motivo más para no mirar atrás buscando el tiempo perdido. El equipo de Heather Lacey, de la universidad estadounidense de Michigan, encuestó a 550 adultos preguntándoles cuán felices se sentían. De acuerdo con los resultados, y en contra de lo que comúnmente se piensa, las personas de mayor edad se consideraban las más felices.

El equipo médico estudió el sentimiento subjetivo de felicidad en 550 personas divididos por edades en un grupo entre 21 y 40 años, y otro de más de 60 años. Los voluntarios debían valorar su sentimiento subjetivo de felicidad en una escala de uno a diez. Además, debían apreciar en qué medida eran felices las personas de su misma edad.

Después se les pidió que recordaran o visualizaran, según la edad, cómo se sintieron o sentirían entre los 30 y los 70 años. También en este caso debieron responder cuán feliz era, según su criterio, el promedio de los seres humanos de 30 a 70 años de edad.

Todos los participantes partían de que, en la media, los treintañeros eran los más felices, y que la felicidad disminuye con la edad. Sin embargo, la apreciación subjetiva mostró una imagen muy distinta, según pudo comprobar Lacey.

Los mayores son emocionalmente más estables

Los participantes de más edad se consideraban más felices que los jóvenes. Heather Lacey explica que «al pasar los años, el ser humano aprende a sobrellevar mejor los malos y los buenos momentos «. Es decir, cuanto más vive, más feliz se siente, a pesar de que ciertas circunstancias, como por ejemplo la salud, empeoren.

«La gente cree a menudo que la felicidad depende de factores externos», sostiene Peter Ubel, co-autor del estudio, aparecido en la revista especializada «Journal of Happiness» (Revista de la Felicidad).

Si sucede algo bueno, muchos sienten que viven una felicidad sin fin. Si pasa una desgracia, como una enfermedad, muchas personas creen que le seguirá una etapa de infelicidad, explica Ubel. Pero esto parece ser un error. El sentimiento de felicidad individual depende en mayor medida de los recursos emocionales del individuo, que aumentan con la edad.

Sorprende en este estudio que las personas más ancianas se creían más felices que el promedio de su generación. Esta tendencia del ser humano, a considerarse mejor que el promedio, ha sido observada casi siempre por los investigadores en estudios anteriores.

El diagnóstico neurológico refuerza los resultados

Según un equipo de investigación australiano, el sentimiento de felicidad en la vejez puede ser de origen biológico, ya que los ancianos perciben mejor las sensaciones de satisfacción, y no tan bien las de angustia. Leanne M. Williams y su equipo de New South Wales, mostraron a un grupo de voluntarios de 12 a 79 años de edad una serie de 240 fotografías que contenían diferentes expresiones del rostro humano como alegría, miedo, rabia, asco y tristeza.

Por medio de tomografías de resonancia magnética, los científicos pudieron demostrar que las personas mayores identificaban mejor las expresiones alegres. Los jóvenes, en cambio, reconocían mejor los rostros angustiados.

Una cuestión de actividad cerebral

Al contemplar las fotos de personas angustiadas, los ancianos presentaban una actividad cerebral mayor en el centro de control emocional, el córtex prefrontal medial, al tiempo que el centro de la angustia, la amígdala, se bloqueaba.

Aunque las diferentes reacciones biológicas entre jóvenes y ancianos no pueden aún ser aclaradas por completo, Jason Radley, del Instituto Salk de Estudio Biológicos de La Jolla, California, relaciona a los glucocorticoides con ellas, según la revista New Scientist. Esta «hormona del estrés», según estudios en roedores, podría reducir la actividad en el córtex prefrontal.

Según Williams y su equipo, se pudo demostrar que la estabilidad emocional aumenta con la edad en forma lineal. Los ancianos podían controlar mejor los sentimientos negativos, y ésto a pesar de la pérdida de materia gris.

Fuente: Deustche Welle

http://www.contenidosrbrizuela.com

LA MEMORIA NECESITA EJERCICIOS

Pequeños ejercicios, hábitos saludables y una alimentación sana nos permitirán tener una «memoria de elefante». No sólo los mayores deben practicarlo sino todos, grandes y chicos, para que nuestro cerebro funcione a la perfección.

La memoria es como un gran depósito de recuerdos que funciona de manera increíble. Podemos reaccionar con una memoria_1rapidez enorme o quedarnos «en blanco» con una tontería que no somos capaces de recordar. La condición de una buena o mala memoria depende, entre otros factores, de la capacidad de concentración, el nivel de stress, la dieta, la edad, la tendencia genética, la calidad del sueño, los hábitos tóxicos y la actividad intelectual. El desarrollo de la memoria y la capacidad de retener imágenes se modifica a partir de los 30 años, cuando comienza un declive de las capacidades intelectuales que se acelera con la vejez. Buenos hábitos y unos ejercicios fáciles nos permitirán mantener nuestra memoria fresca y a punto.

– Gimnasia mental: El cerebro necesita actividad para ofrecer un rendimiento adecuado. Si no lo ejercitamos, disminuye su capacidad para pensar y recordar.

– Ejercitar la memoria: Hacer crucigramas.memorizar la lista del super, recordar la ropa que llevábamos unos días atrás, los personajes de un libro, lo que comimos, etc.

El 80% de la memoria de las cosas lejanas es guardada de forma visual más que en palabras. Es por eso que, para recordar dónde dejamos algo olvidado, debemos tratar de «vernos» mentalemnte para saber lo que estábamos haciendo y ya nos acordaremos de lo siguiente.

Anotar la información: Los datos se retienen más fácilmente si se escriben.

– Disponer de una agenda en la que poder ver todas las cosas que debemos recordar.

– Repasar la información que deseamos recordar en cuanto nos lo hayan dado. Intentarlo 24 horas después y, por último, una semana después.

– Las acciones son más eficaces que los pensamientos.

Mnemotecnia

La nemotecnia o mnemotecnia es el procedimiento de asociación mental de ideas, esquemas, ejercicios sistemáticos, repeticiones, etc. para facilitar el recuerdo de algo.

– Recordar cosas con el uso de la fantasía y con la asociación a objetos fijos. Intente recordar palabras raras o inusuales por la asociación con cosas sencillas.

– Exagerar lo que queremos recordar o hacerlo absurdo, divertido o incluso grosero.

– Emplear los colores para reforzar la imaginación.

Alimentar nuestro cerebro

– Las personas con mala circulación y que no se cuidan sufrirán, a largo plazo, problemas para pensar, aunque realicen actividades estimulantes.

– Evitar los alimentos que producen el llamado colesterol malo, obstruyen las arterias e impiden que el oxígeno llegue al cerebro. Comer verduras y frutas frescas, pasta, legumbres y alimentos que contengan magnesio, yodo y fósforo.

– El cerebro fabrica una sustancia llamada fosfatidil serina (FS) que sirve para mantener en buen estado las membranas celulares. Para poder generarla necesita vitaminas como la B12 y el ácido fólico.

Los enemigos del cerebro

El alcohol, el tabaco y las drogas favorecen la proliferación de los radicales libres e interfieren en la síntesis de neurotransmisores, lo que perjudica a la actividad cerebral.

Alcohol y tabaco: El consumo excesivo de alcohol disminuye nuestra memoria y envejece de forma prematura el cerebro. La nicotina afecta al riego sanguíneo y disminuye nuestra capacidad de atención y retención.

Falta de descanso: La asimilación y memorización de lo que hemos aprendido a lo largo del día se consolidan durante el sueño.

Fuente: www.estilosalta.com/