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TERAPIA OCUPACIONAL EN GERIÁTRICOS

La inclusión de la figura del Terapeuta Ocupacional en establecimientos geriátricos es relativamente nueva y mucho tiene que ver con la Ley 661 que se aplica en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, la cual establece que en el equipo interdisciplinario debe estar presente nuestra profesión, esto es en todas las categorías de establecimientos para las personas mayores.

El rol de la Terapia Ocupacional en las instituciones geriátricas no sólo se circunscribe a la coordinación de espacios terapéuticos de estimulación grupal, se trabaja de forma personal con los residentes con el objetivo primordial de potencializar las habilidades presentes para conservar y desarrollar la independencia del adulto mayor.

Posibles funciones de Terapia Ocupacional en Geriátricos:

* Evaluación de las habilidades y destrezas del adulto mayor.
* Evaluación del entorno físico de la institución.
* Coordinación de talleres terapéuticos grupales.
* Adaptación y graduación de actividades ocupacionales.
* Organización de rutinas y dinámicas institucionales.
* Diseño, confección y entrenamiento en ayudas técnicas.
* Asesoramiento en dispositivos de movilidad asistida.
* Estructuración y modificación del ambiente.

Estas y otras intervenciones que la Terapia Ocupacional ejecuta a diario en las instituciones geriátricas buscan, según mi experiencia, lograr un ambiente facilitador y actividades que sean acordes a las habilidades de los usuarios para que los adultos mayores institucionalizados conserven o restablezcan su desempeño ocupacional.
Jimena Garriga

HACIA OTRO MODELO RESIDENCIAL

Un grupo estatal integrado por  una veintena de expertos y expertas de diferentes 144232739_97e835e9c5profesiones, comunidades autónomas  y procedencias (sector público y privado) constituido desde finales del 2008 a propuesta del IMSERSO, tiene como cometido analizar el actual modelo de residencias para la atención de las personas mayores en España y elaborar un documento que siente las bases de la calidad de un nuevo enfoque para los alojamientos de las personas mayores que por su situación de dependencia ya no puedan seguir viviendo en sus hogares.
El punto de partida es el reconocimiento de que el actual e imperante modelo de residencias en nuestro país no responde a los deseos de las personas ni posibilita un trabajo de mejora de la calidad de vida de las mismas. Las personas mayores y las familias acuden a las residencias cuando no queda más remedio pero son  lugares no deseados. Y esta percepción tiene que ver, en gran parte, con cómo  hoy en día se siguen construyendo y organizando las residencias en nuestro país:  centros de capacidad elevada (es frecuente los centros que albergan 100 o incluso más plazas) que funcionan a modo de instituciones donde las normas, la atención uniforme, la insuficiente privacidad,  la organización de la atención centrada en el procedimiento y en las condiciones laborales, priman sobre la atención personalizada, la libertad personal, las costumbres y los deseos de las personas. Levantarse y acostarse a una misma hora (habitualmente pronto), compartir habitación, tener reducida su libertad para hacer lo que uno quiere por falta de personal o por el argumento de su seguridad, son dificultades cotidianas que caracterizan nuestras residencias, independientemente de que cumplan los metros, los servicios básicos de atención o las ratios de profesionales exigidos en las normativas vigentes.
Hay que destacar que el debate de redefinición del modelo residencial hace años que se inició en otros países. Por ese motivo se ha creído necesario tener en cuenta  para definir un nuevo modelo de atención residencial, algunas  experiencias internacionales y determinar qué particularidades de: Suecia, Dinamarca, Alemania, Francia y Gran Bretaña,  pueden ser aplicables y útiles en el contexto español.
En los países nórdicos hace años que ni se construye ni tan siquiera se habla de residencias (en Dinamarca se han prohibido por  Ley  en el año 1987). El modelo residencial está amortizado por considerarse que no resulta adecuado para atender a las personas mayores favoreciendo su calidad de vida. La  apuesta en estos países para las personas mayores que necesitan cuidados y tienen que dejar su hogar, se dirige hacia lo que se viene denominando alojamientos con apoyos (apartamentos con servicios o pequeñas unidades de convivencia para las personas con deterioro cognitivo)  donde además de prestar cuidados y servicios de atención personal se garantiza la privacidad, la independencia, y el que la persona, independientemente de su grado de deterioro, pueda seguir con sus costumbres, con su ritmo de vida, cumpliendo sus deseos,  y  en la medida de sus capacidades, ejerciendo el control de su propia vida.
Este  grupo   de expertos se vienen reuniendo y trabajando en red, con el  objetivo de  sentar las bases de un modelo de calidad en los centros de alojamiento para personas mayores de modo que éstos estén orientados realmente a las personas que en ellos viven. Alternativas de alojamiento donde la privacidad, la elección sobre cuestiones básicas de la vida diaria (a qué hora me levanto o me acuesto, cómo se me atiende, qué quiero hacer hoy, con quién voy a estar o no estar…) y la flexibilidad sean posibles. Lugares de continuidad de vida propia integrados en la comunidad, donde las familias y allegados tengan espacio y papel.
El reto no es sencillo: ofrecer un marco que permita conjugar calidad (pero calidad pensada desde la persona y no desde la organización) con sostenibilidad de los recursos.
Resistencias al cambio  existen. Pero que nadie lo dude.  Necesitamos  mirar a Europa, España más que otros países. Ahora es el momento del tránsito hacia otro modelo residencial. Momento de no conformarnos con lo que ya existe. Pensando en las personas y pensando con las personas.
Gabriel Gallardo

Los abuelos se resisten a ir a un centro geriátrico

Flavio y Luciano Guglielmo no querían ir al geriátrico. Habían pasado buena parte de sus días en Monselice, un barrio de techos bajos al norte de Italia (provincia de Padua), y a los sesenta y cinco años los hermanos –gemelos– todavía tenían ganas de seguir viviendo ahí. Por eso, la mañana del 23 de julio pasado, en el preciso momento en que llegaron los médicos para llevarse a uno de ellos (Flavio) a un asilo, los Guglielmo procedieron al modo del neorrealismo italiano: arrastraron un aparador contra la puerta de entrada, se declararon atrincherados y advirtieron que nada ni nadie los movería de Via Confortin, la calle que los había visto envejecer. “Tengo conmigo dos molotov, como Rambo –dijo Flavio por teléfono a la agencia de noticias ANSA, una vez que se vio rodeado por bomberos, policías y psiquiatras–. Si se van, si me dejan en paz, entonces todo okey. Pero si los veo escondidos por ahí, ya está decidido: tiro unas molotov y después me corto la garganta. Yo al asilo no quiero ir. Si voy allá, crepo”.

Este episodio tuvo en vilo a todo Italia la semana pasada. Porque la escena parecía guionada por Fellini. Porque era la primera vez que dos viejos defendían su dignidad con una terquedad salvaje. Y porque esa historia abrió la puerta a un panorama que, en un futuro bastante inmediato, se volverá más usual: según estimaciones de la Organización Mundial de la Salud, para el 2040 la población de sesenta y cinco años en adelante aumentará en un 157 por ciento (pasará de 506 millones a 1.300 millones), y la vejez vendrá marcada por dos características: será lúcida (debido a los avances de la ciencia) pero no gozará de una autonomía física acorde a la mental (porque la ciencia tampoco hace milagros). Por eso, en un futuro, la escena de “no quiero ir al geriátrico” –es decir, el rechazo espabilado y explícito al encierro– se tornará cotidiana.

Y dolorosa. “Todos los progresos científicos han agregado años a la vida, pero no han agregado vida a los años –sintetiza el licenciado Leopoldo Salvarezza, psicogerontólogo y ex profesor titular de la cátedra de Tercera Edad y Vejez en la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires (UBA)–. Como la franja de mayores de ochenta años está creciendo mucho, en el futuro habrá más viejos que requerirán la internación en un geriátrico. Hay casos en los que es probable que estén mejor internados. Pero también hay muchos casos de viejos que están lúcidos y que no quieren perder su hogar, su hábitat. Para muchos, ir al geriátrico equivale a ir a la cárcel. Y antes que ir a la cárcel, se defienden de la manera que pueden”.

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