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COSAS DE LA EDAD

Al transcurrir de los años,
según va pasando el tiempo,
a pesar de la soberbia,
me veo más imperfecto.

Van creciendo los errores
y las manías que tengo,
mientras que menos aguanto
de los demás los defectos.

Sin embargo, es paradoja
que con asombro compruebo,
que cada vez necesito
más ternura y más afecto;

que la gente me disculpe
lo que ni yo mismo entiendo
y que sean tolerantes
en lo que yo soy severo.

¡Hay que ver qué cosas pasan
cuando se va para viejo!.
¡A los demás les exijo
aquello que no comprendo!

José García Velázquez
Segovia, 24 de julio de 2007

AGREGA SALUD A TUS AÑOS.

El artículo de Gustavo Horacio Marín sobre el proyecto «Agrega salud a tus años «desarrollado en Buenos Aires, Argentina, es un claro ejemplo de una intervención que integra dimensiones al abarcar aspectos médicos, psicológicos y sociales. En este proyecto se preocupan y ocupan de la prevención de enfermedades mediante actuaciones dirigidas a cambiar el estilo de vida en las pautas de alimentación y la promoción de la actividad física, así como de mitigar la soledad promoviendo la actividad social.

Si intentar cambiar estilos de vida en la población general constituye una ardua tarea, más difícil lo es en personas mayores. No son frecuentes los proyectos con este fin.

Se trata de una intervención larga, de un año de duración. Una intervención que va más allá de la prevención, del tratamiento, del mantenimiento. Una intervención que incorpora la capacitación de adultos mayores (en los talleres de nutrición), promoviendo así su autonomía.

La propuesta, en la cual las personas mayores son protagonistas, se basa en una estrategia que incluye aprendizaje grupal sobre nutrición, actividades físicas realizadas en grupo y también acompañamiento individual personalizado, con un estudiante de medicina que visita regularmente a un adulto mayor, siendo así a la vez una intervención con un componente intergeneracional. Los datos recogidos y presentados muestran que se trata de un programa exitoso, que consiguió promover cambios y proporcionar bienestar.

En el proyecto se emplean las expresiones «baile saludable» y «almuerzo saludable». Ciertamente, la actividad de bailar puede resultar muy positiva para la salud, la alimentación equilibrada es clave para mantenerla, y es de sobras conocida la gran importancia que las personas mayores otorgan a la salud. Pero, a la vez, cabe preguntarse si «saludable» es el atributo más adecuado. O, dicho de otra manera, hacia dónde nos conduce. ¿Por qué no subrayar que el baile o la comida proporcionan satisfacción? ¿Por qué no enfatizar en lo positivo de sentirse bien? Siendo que ambos aspectos se reconocen como componentes en una concepción de la salud distinta de la basada en la ausencia de enfermedad, merece la pena, a mi modo de ver, darles valor.

Me gustaría añadir también que los importantes temas abordados en el proyecto Agrega salud a tus años, o bien apuntados en la parte teórica del artículo, sugieren diversos interrogantes.

En primer lugar, el artículo apunta tres crisis de los adultos mayores: de identidad, de autonomía funcional y de pertenencia. La ya bien establecida línea de investigación en prevención de dependencia nos ha dado frutos acerca de cómo actuar en la crisis de autonomía funcional desde el ámbito de la salud. ¿Pero qué sucede con las otras crisis? ¿Podemos hacer algo los sanitarios en relación con la crisis de identidad o con la de pertenencia?

En segundo lugar, el proyecto se ha llevado a cabo con personas que asisten a los centros de jubilados. Esta condición plantea un tema de singular importancia para el envejecimiento activo: ¿cómo podemos intervenir con las personas que no asisten?

El tercer interrogante se refiere a la relación entre el estudiante y el adulto mayor en el acompañamiento personalizado. En referencia a la persona mayor, si bien es un placer leer que en el 98% de los casos la relación con el estudiante de medicina fue valorada como satisfactoria por las personas mayores y que el 51% de los vínculos permanecieron, ¿qué pasa con el 49% restante? ¿Podemos decir que relacionarse semanalmente durante un año (en la mitad de los casos, más tiempo) con un joven profesional sea «lograr una integración intergeneracional» como se apunta en el artículo? ¿O se trata sólo de una relación intergeneracional transitoria? ¿Es tan sencillo que los adultos mayores, mediante la relación con el joven estudiante, «recuperen su alegría y vuelvan a utilizar sus capacidades para integrarse en la sociedad»? ¿Cómo funciona esa intervención que «estimula la tolerancia entre grupos, mitiga la soledad que experimentan y aumenta la adherencia a las propuestas ofrecidas»? ¿Cómo se entra en la vida privada de una persona mayor que se siente sola para luego salir sin dejarla aún más sola?

Explorar los procesos que sostienen esos cambios merece nuestra atención y requiere una aproximación interdisciplinaria que nos permita comprenderlos. En cuanto a los estudiantes, aunque seguro que es muy formativo para ellos aproximarse a la vida cotidiana de personas parecidas a sus futuros posibles pacientes, ¿cómo llegan con esta intervención a «comprender las limitaciones y potencialidades de los ancianos»?

El contacto de los estudiantes con la persona ciertamente puede «humanizar a los estudiantes mediante la sensibilización respecto a la forma de vida de los mayores», como menciona el artículo, pero también puede resultar difícil según cuáles sean las condiciones en que se lleve a cabo. ¿La experiencia de los estudiantes, aquello que sienten, es reflexionada o queda relegada a su vivencia individual? Desafortunadamente, el contacto en sí no es siempre sensibilizador, y en ocasiones puede contribuir a reforzar estereotipos en vez de proporcionar conocimiento acerca de la complejidad de esa etapa vital y sobre la heterogeneidad entre las personas mayores, o incluso puede producir el rechazo de los futuros profesionales hacia este grupo de población. De todas formas, los estudiantes de este proyecto manifiestan haber experimentado un cambio favorable en su actitud hacia los mayores.

Para finalizar, la lectura del artículo y los interrogantes que sugiere son, a mi modo de ver, un estímulo para desplegar la creatividad en nuestro trabajo. La articulación de aspectos médicos, psicológicos y sociales requiere de esa creatividad, como indican los autores. Sin esa condición es difícil que podamos contribuir al aumento del bienestar de las personas mayores o a la reducción de sus malestares cotidianos.

Comentario. Integrando dimensiones en la intervención con personas mayores
Por Laura Coll-Planas
a Institut de l’Envelliment de la Universitat Autònoma de Barcelona, España

SOMOS MAS FELICES EN LA VEJEZ QUE EN LA JUVENTUD

vejez-y-juventud1Con la edad, aprendemos a manejarnos mejor con las idas y venidas de la vida.
Un estudio realizado en la University of Michigan, Ann Arbor, en Estados Unidos, ha desvelado que la vejez no sólo trae consigo los achaques: también conlleva cierta felicidad que los jóvenes –y algunos mayores- no esperaban. Con la edad, aprendemos a manejarnos mejor con las idas y venidas de la vida, por lo que, en la vejez, somos capaces de sentirnos más felices a pesar de que, objetivamente, hayamos entrado en la decadencia física. Sin embargo, las creencias vigentes en la sociedad hacen que no veamos las ventajas de la vejez. El estudio demuestra que se puede aprender mucho de los mayores, simplemente porque saben más sobre la vida.
Los jóvenes e incluso los ancianos tienden a pensar que la vejez está relacionada con la tristeza y la decadencia, pero en la realidad no sucede así. La investigación  reunió a un total de 540 adultos que fueron divididos en dos grupos, el primero de edades comprendidas entre los 21 y los 40 años, y el segundo de 60 años en adelante.

A todos se les pidió que calificaran o predijeran su felicidad individual en el momento actual, a los 30 años y a los 70, así como que expresaran la felicidad que, a su modo de ver, tenía la mayoría de la gente a esas mismas edades.

Prejuicios equivocados.
Gracias al estudio han podido comprenderse mejor determinadas decisiones de la gente joven acerca de sus hábitos, al considerar que éstos podrían afectar a su vida en la vejez; así como entender por qué casi todo el mundo quisiera frenar el paso del tiempo y sus marcas en el cuerpo.

Los estereotipos sociales nos marcan estas directrices, los temores acerca de nuestros últimos años de vida, e incluso la forma que tenemos de tratar a los ancianos en la actualidad, así como las políticas sociales que se aplican a ellos.

Por eso resulta importante que haya investigaciones que modifiquen nuestros prejuicios. Este estudio es el primero que se realiza para examinar la capacidad humana de recordar o predecir la felicidad a lo largo de la vida.

La sorpresa de la felicidad.
El director de este nuevo trabajo, el psicólogo Peter Ubel,

Dr. Peter Anthony Ubel
Dr. Peter Anthony Ubel

ha llevado a cabo diversos estudios sobre este tema, descubriendo que la gente es a menudo sorprendentemente feliz, incluso en condiciones muy desfavorables, lo que sugiere una adaptabilidad a los problemas.
Ubel señala que la gente suele creer que la felicidad depende de nuestras circunstancias, y que si algo bueno ocurre, esto la garantizará a largo plazo, mientras que si sucede algo malo, la felicidad terminará. Sin embargo, la felicidad sucede gracias a nuestros recursos emocionales subyacentes, que suelen aumentar según vamos cumpliendo años. Con la edad, aprendemos a manejarnos mejor con las idas y venidas de la vida, por lo que, en la vejez, somos capaces de sentirnos más felices a pesar de que, objetivamente, hayamos entrado en la decadencia física.

Esta nueva investigación pretendía descubrir si, además, según va entrando en la madurez, el ser humano cambia sus apreciaciones y actitudes con respecto a la vejez.

Más sabios.
Según declaraciones del profesor Ubel en el comunicado de la universidad de Michigan, el secreto para que seamos más felices en la vejez es muy sencillo: los tropiezos en la vida nos hacen más sabios, lo que provoca generalmente una mejoría en nuestras emociones.

Sea cuales fueren nuestras condiciones al nacer, el caso es que las experiencias a lo largo de la vida conllevan la adquisición de conocimiento, y eso nos hace más felices, incluso frente a la adversidad.

El recuerdo que solemos mantener de la juventud es el de las posibilidades que teníamos aún por descubrir, el de un cuerpo sin deterioros y el de las diversiones. Sin embargo, también hay que recordar cómo aún teníamos que aprender acerca de ciertas emociones básicas, a relacionarnos con los demás, acerca de nosotros mismos, etc. Probablemente, insiste Ubel, con la edad nos parezca más fácil vivir que al principio de la vida.