Archivo de la etiqueta: relato

LOS TESTS – Relato.

Cuando algún nuevo residente ingresaba, era habitual que después de las revisiones médicas se sometiera a una serie de tests psicométricos, los proyectivos eran demasiado caros, con el fin de situar más o menos los valores de su cognición, orientación y memoria preservados.

Uno de ellos era el solicitar que nombrara en un minuto cuantos animales recordara.
Dagoberto García recitó sin titubear cuarenta y además por orden alfabético. Empezó con abeja y terminó con zorro.

Sin dar muestras de mi asombro seguí con la evaluación.

El siguiente test eran diez preguntas sencillas, tales como su nombre, su edad, su fecha de nacimiento etc. No sólo la contestó todas correctamente sino que además las detalló, por ejemplo en su fecha de nacimiento añadió la hora, en el nombre de sus padres, añadió apellidos e incluyó los de sus abuelos. En el lugar donde estábamos lo adornó con detalles de su provincia, números de habitantes y extensión y si no le interrumpo creo que me iba a dar las coordenadas geográficas.
Seguía luego una serie de números que debía memorizar primero, ir luego restando 3 unidades de cada uno y repetirlos al revés. Lo hizo tan rápido que no me dio tiempo para anotarlos.

Decidí prescindir del resto y rellenar los datos más significativos de su vida social y familiar.
Al compararlos con el expediente social que ya tenia en mi poder, no sólo lo calcó sino que aportó detalles que no constaban pero que reafirmaban su discurso. Terminé mis anotaciones con un normal, normal, en casi todas las casillas, le di las gracias y le acompañé a la puerta. Antes de traspasar el umbral, se giró hacia mí y preguntó:

.-¿Cuándo me van a dar el uniforme? –

-¿Qué uniforme..? Aquí todos vamos de calle, normal…- respondí

-¡Cómo que de calle¡. ¿Es que la guardia civil ya no viste uniforme verde y tricornio negro?-
Joan Font -FONI-

LA SUBASTA. Relato

corcel negroNunca se sabe si el fémur se rompe por una caída o la caída es como consecuencia de haberse roto el fémur, en cualquier caso se llevaron a Petronila al hospital aquejada de la fractura del hueso a la altura del trocanter menor.

La operaron y cuando regresó pasó a ocupar el silloncito con sujeción frente a la ventana.

Una de sus hijas, creo que fue la mayor, le proporcionó un ordenador portátil con conexión inalámbrica a Internet  y  Petronila pasó a formar parte del enjambre de usuarios navegadores cada día en mayor expansión.

Tuvimos que programar el permiso para usarlo ya que su afición crecía hasta el paroxismo convulso y era necesario que comiera algo y durmiera las horas convenientes.

Primero su afición derivaba en viajes y visitas a los lugares más lejanos, digitalizando espacios exóticos y entrometiéndose en foros, debates, blocs y páginas web de todo tipo.

Luego se inició en asistir, incluso en participar en subastas de lo más variopinto y aunque nunca llegaba a rematar ninguna puja, ya que ni podría ni debía, según parece se lo pasaba en grande.

Un día que había amanecido radiante y cuando ella se encontraba en pleno entretenimiento matinal, una auxiliar se acercó con un papel en la mano y algo excitada.

Detrás suyo, pisándole los talones, un señor con bigote y gorra “oficial” y la directora con semblante y ojos sobresaltados.

Antes de que llegaran se me ocurrió mirar por la ventana.

En el jardín, sujeto por las bridas a la verja de la puerta principal, un magnífico caballo, negro y con la apariencia de una raza equina exclusiva, relinchaba nervioso a la espera quizás de su nueva dueña.
Publicado por joan font -FONI –

ALIENTO FAMILIAR

Era un grupo numeroso, estaban en el centro del jardín rodeando a la nueva residente Era bisabuela, abuela, madre y tía de la mayoría de los asistentes, donde quizás también asistía alguna vecina.
Parecía ser una despedida colectiva y algo culpable. Me acerqué y la que prometía ser una de las hijas, cabello cano, mirada penetrante y jersey azul, me recibió ante la mirada expectante de todo el grupo, residente incluida. Su saludo fue algo seco y autoritario:
-Buenas tardes- Era más una pregunta de quién es usted que un saludo de bienvenida.
Como así lo entendí, me presenté y aguardé a mi vez.
– Somos la familia de “mamá”. Va a quedarse aquí unos días-explicó al tiempo que se apartaba para que pudiera ver a “mamá”.
Era una anciana de aspecto resignado y ademanes desvalidos. Tenía la mirada triste, cosa que no me sorprendió, era la mirada habitual en la mayoría de los nuevos ingresos.
-Papá falleció hace dos meses y hemos creído que aquí la podrían cuidar mejor hasta que se restablezca. Todos trabajamos y..-
Otra de las asistentes, seguramente la hija número dos, la interrumpió en una evidente reivindicación de sus derechos protagonistas.
-Mamá está delicada y hemos pensado que aquí…-
Un chico flacucho de una edad indefinida y con derechos de nieto o algo así, la interrumpió a su vez.-
-La vendremos a ver todos los días. Somos muchos…- aclaró mirando a su alrededor.
Todos corroboraron sus palabras en la mentira más unánime que recuerdo.

Joan Font-FONI