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CUANDO TU MADRE HAYA ENVEJECIDO

¡Piénsalo, Medita!

Cuando tu madre haya  envejecido y  tú seas mayor también.

Cuando lo que para ella antes fue fácil y liviano, ahora se ha tornado en pesada carga.

Cuando sus amorosos y esperanzados ojos
ya no vean la vida como alguna vez lo hicieron,
Cuando sus pies, ya cansados,
no puedan  sostenerla mientras camina.

Entonces, entrégale tu brazo en apoyo,
Acompáñala con serena alegría,
Pues llegará la hora en que tú con llanto,
la tendrás que acompañar en su último andar.

Y si ella algo te pregunta, entonces dale una respuesta.
Y si ella otra vez pregunta, vuelve a responderle.
Y si  pregunta por tercera vez, contéstale,
no con enfado, sino con gentil calma.
Y si  ya no puede ella entenderte con claridad,
explícale todo con paciente afán.
Pues, llegará la hora… la amarga hora,
en que sus labios nada ya te preguntarán.

«Club de adultos mayores avavan»

RENACER DE LAS CENIZAS

Han saltado las alarmas

de toda la Humanidad

porque en la pequeña Islandia

se ha despertado un volcán

y hay una nube que avanza

en el espacio deprisa

por los vientos dispersada,

una nube de ceniza…

El volcán ha conseguido

lo que nunca consiguió

lo peor del terrorismo:

que se pare la aviación;

y hasta puede que algún día

haga que se nuble el sol

si la nube de ceniza

se sigue haciendo mayor…

¡A ver si también consigue

la madre naturaleza

que el hombre que al hombre oprime

siente por fin la cabeza,

que del orgullo se olvide,

abandone la soberbia

y sus esfuerzos dedique

a combatir la pobreza!

Y aunque parezca imposible,

cuando ocurre una tragedia

¡lo que hay en él más sublime

como el volcán se despierta!.

José García Velázquez

Segovia, 17 de abril de 2010

DE ÁRBOLES Y ALMAS

Con las ramas como palos,

parece que se han perdido

los árboles que han estado

todo el invierno dormidos;

al llegar la primavera,

el sol, que se asoma tímido,

hace que la vida vuelva

con los brotes renacidos,

las flores que los adornan,

los pájaros con sus trinos

y en los jardines los juegos

jubilosos de los niños.

Igual que el árbol, el alma,

al irse marchando el frío,

revive con la esperanza

de los campos florecidos.

José García Velázquez

Segovia, 17 de abril de 2010