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EL MITO DE LA ETERNA JUVENTUD.

El interés por la vida y el envejecimiento ha sido una constante en la historia de la humanidad, sobresalen dos aspiraciones constantes a través de distintas culturas y momentos históricos, la inmortalidad y la búsqueda de la longevidad. «Distintos mitos como el «Elixir de la vida» buscado por los alquimistas o la «fuente de la vida», presenta en distintas culturas (hebrea, griega, romana) desde la antigüedad hasta hoy, reflejan bien la preocupación por la prolongación de la vida. Ciertos vestigios de estos mitos perviven en la sociedad actual: consumo de vitaminas (por ejemplo, vitamina C), tratamientos termales anti-envejecimiento, dietas especiales, programas de ejercicio físico intensivo, entre otros, y forman parte de los métodos que se proponen para mejorar la vitalidad y la longevidad».

Además de la longevidad y la eterna juventud, la propia comprensión del proceso de envejecimiento y de los problemas de la edad avanzada ha captado el interés de los pensadores durante siglos. Las antiguas civilizaciones de China, India y la cuenca mediterránea oriental dedicaron una gran atención a este tema, como también lo hicieron más tarde griegos y romanos. Platón y Aristóteles, en la Grecia clásica, y Galeno, los pensadores epicureístas y los filósofos estoicos, especialmente Cicerón, Séneca y Epicteto, hicieron grandes aportaciones a la comprensión de la vejez. Su pensamiento, sin duda, jugó un papel crucial en la cultura europea al transmitirse a distintos autores de diferentes épocas. Así, por ejemplo, en la Edad Media, San Agustín representa la herencia estoica de la visión de la vejez, que concibe como la edad del equilibrio emocional y de la liberación de la sujeción a los placeres mundanos, mientras que Santo Tomás de Aquino se sitúa en la tradición aristotélica, asumiendo la idea de la vejez como una etapa de decadencia. Éstas y otras tendencias procedentes del pensamiento griego y romano son heredadas también por el Renacimiento, la cultura barroca, la Ilustración y finalmente son transmitidas al pensamiento del siglo XIX; de ahí, su influencia llega hasta la actualidad. Esta fascinación por el proceso de envejecimiento también se extendió desde Europa al continente americano y al resto de las áreas de influencia europea

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