FRENAR EL ENVEJECIMIENTO HUMANO

pildoras¿Por qué la lógica pasa a ocupar un segundo plano cuando alguien nos hace promesas que el sentido común nos dice que no pueden ser ciertas? Me refiero sobre todo a las curas milagrosas contra el envejecimiento. El caso típico es el de los antioxidantes, pero nuevos ejemplos aparecen cada día.

Hace unos meses, algunos medios publicaron una noticia que la agencia EFE elaboró a partir de unos comentarios míos. En ella aclaraba que toda esta historia de los antioxidantes como fuente de eterna juventud, por mucho que esté basada en resultados científicos prometedores, es una falacia.

No se ha podido demostrar que tengan ningún efecto positivo en humanos, e incluso en algunos casos se cree que un exceso de antioxidantes puede ser contraproducente.

Los efectos de los antioxidantes y la restricción calórica sobre el envejecimiento es un campo apasionante, pero aún no entendemos todos los factores implicados. Incluso el dogma sagrado de que envejecemos porque nos oxidamos está empezando a ser cuestionado. Queda mucho camino por recorrer.

Entonces, ¿por qué nos atiborramos de pastillas que no sirven para nada? La culpa no se la hemos de dar ni a científicos sin remordimientos ni a compañías farmacéuticas con ansias de enriquecerse. De estos siempre ha habido y siempre habrá. Ni si quiera hay que cargar contra los periodistas por escoger los titulares más llamativos, aunque después la letra pequeña matice que la realidad no es tan espectacular. Al fin y al cabo, parte de su trabajo es hacer las noticias atractivas a los lectores. Los únicos responsables somos nosotros, el público, incapaces de pararnos siquiera un momento a pensar.

No hace falta ser un experto en el tema para entender que si una pastilla no se vende como un fármaco sino como un ‘suplemento nutricional’ es que su utilidad es dudosa. Por alguna razón legal que se me escapa, sabemos que estos complementos no pasan los rigurosos controles de calidad que se exigen a los medicamentos. ¿Por qué elegimos ignorar un dato tan importante? ¿Quién puede meterse en el cuerpo una sustancia que nadie ha comprobado de una forma seria que propiedades tiene? Yo no, pero parece que un montón de gente sí.

Como he dicho en otras ocasiones, los científicos tenemos la obligación de explicar de forma clara lo que estamos haciendo. No podemos mantener al público al margen de los avances que hacemos en el laboratorio con la excusa que son demasiado complicados. Sólo hace falta buena voluntad. Pero el lector ha de corresponder también a nuestro esfuerzo. No hay que escuchar al que grita más o al que hace promesas más espectaculares, sino al que sabe de qué habla.

De una vez por todas: actualmente no existe nada en el mercado que se haya comprobado científicamente que frene de forma evidente los efectos del envejecimiento en humanos, como cualquiera que investigue sobre el tema podrá corroborar. Esto no quiere decir que en un futuro más o menos cercano no se pueda conseguir. Vayamos paso a paso.

Salvador Macip.Doctor en Genética Molecular y profesor de Mecanismos de Muerte Celulare en la Universidad de Leicester,Reino Unido. www.elmundo.es

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