Archivo de la categoría: Narraciones, relatos, cuento, historias y leyendas sobre la vejez

LA DIGNIDAD DE UN IMPERIO – Relato

Surgió un pequeño problema de índole higiénica en el lavabo de caballeros.
Las auxiliares se quejaban de que el acto masculino de la micción carecía de puntería, en general y se pasaban la vida, limpiando suelo y alrededores de la taza del inodoro producto de errores logísticos de los usuarios.
Hubo una reunión higiénico-sanitaria de todos los varones que podían comprender el diálogo, en el salón pequeño. Era una convención privada y parecía más discreto el saloncito al abrigo de la sección femenina que quizás habría hecho comentarios de mal gusto.
Se informó lo más profesionalmente que supimos, del dilema en cuestión, a la vez que se sugirió más que se ordenó la posible solución. A partir de aquel momento, el acto privado de orinar debería efectuarse sentado y cuidando de que todo fuera a su destino sin variantes de rumbo.
Los interfectos guardaron un silencio exculpatorio hasta que Florentino, que en su juventud fue legionario, se adelantó al grupo y como si fuera su portavoz, exclamó:
-¡Imposible!, Un caballero español siempre mea de pie.

Joan Font – FONI.

LA PAGA EXTRA Relato

amorDedicado a todos los que se aman
y a los que entregan amor.

Por MAGDA R. MARTÍN

No podía creer lo que estaba ante sus ojos. Imposible que fuera realidad. Todos sus sueños, aquello que siempre queda en el rincón donde no se mira para así poder evitar el llanto de las frustraciones, ella lo tenía, era suyo. Le pertenecía. Un sueño hecho realidad.
Ana era una mujer dulce, con bastantes más de sesenta ya cumplidos años. Soñadora y realista por obligación, se le había exigido, ¡tantas veces! colocar los pies en el suelo… Sin embargo, no quería poner cerco a su imaginación, la dejaba libre aun en los momentos más tensos o dramáticos  para que surcara aires, mares, espacio infinito en ese afán por evitar la tristeza. Pero la vida, como si tuviera envidia de aquella libertad de pensamiento que la ayudaba a ser feliz, aplastaba sus ideales con furia dolorosa. Había sufrido decepciones, desengaños, escasez, enfermedades, muertes y todas las había vencido con más o menos esfuerzo, siempre tuvo la dicha de salir triunfadora aunque sin poder evitar los rasguños y cicatrices perpetuamente grabados en su corazón, signos inequívocos de la batalla.
Al fin, la vida, como inmortal vencedora, la había dejado sola, sin nada. Los hijos esparcidos por el mundo, cada cual con sus luchas personales a las que enfrentarse. El esposo eternamente desaparecido entre los brazos descarnados de esa muerte cruel que acostumbra a llevarse los amores como celosa amante despechada. Solo le quedaba una casa que poco a poco se iba quedando vacía. (leer el relato entero)

VOCACION FRUSTRADA Relato

A Esculapio Galeno le hubiera gustado ser médico, pero la vida lo llevó por los senderos de la albañilería y su vocación se quedó en un resfriado pasajero.

Ahora, ya jubilado y aquejado de silicosis, ingresó en la Residencia propulsado por sus hijos que querían lo mejor para él.

Era un hombre de ademanes pausados, de verbo complicado y de tos continua. También llevaba una gorra que sólo se quitaba los jueves.

De las rebachaduras de su inclinación le quedó un interés reiterado en verificar que todos sus compañeros engulleran adecuadamente las dosis de medicación que les habían sido prescritas para el desayuno.

Así que transitaba entre las mesas y ayudaba en más de una ocasión el deglutir terapéutico de los más reticentes. Luego, en actitud ejemplarizante, ingería su dosis como quien va a comulgar.

Solicitó poder usar una chaquetilla blanca, similar a la de los profesionales, demanda que le fue negada y sólo tolerada un ratito los domingos después de las visitas. La usaba con dignidad y en el breve tiempo en que le estaba permitido, se transformaba como cuando a un cristo desnudo se le calza un pañal.

Pero un día y después de una inspección inesperada, se le comunicó la prohibición tajante de que en lo sucesivo pudiera vestir ni un minuto más tal atuendo.

Esculapio recibió la orden como un descabello y a partir de aquel momento inició un descenso notable en su salud, estado de ánimo y conducta colaboradora. Se negó a ingerir ningún alimento y se incrustó en un silloncito de cretona con la mirada perdida y la gorra calada hasta los ojos. Hasta tal punto llegó su quebranto que supuso una grave preocupación y temor para todos nosotros.

Sólo había pasado cinco días desde la prohibición cuando una mañana Esculapio no bajó a desayunar. Cuando fueron a rescatarle le encontraron tendido en la cama, con la chaqueta blanca puesta, la gorra en el suelo y una última sonrisa de satisfacción entre las mil arrugas de su rostro que empezaba ha enjalbegarse.
Joan Font . FONI.