Nunca se sabe si el fémur se rompe por una caída o la caída es como consecuencia de haberse roto el fémur, en cualquier caso se llevaron a Petronila al hospital aquejada de la fractura del hueso a la altura del trocanter menor.
La operaron y cuando regresó pasó a ocupar el silloncito con sujeción frente a la ventana.
Una de sus hijas, creo que fue la mayor, le proporcionó un ordenador portátil con conexión inalámbrica a Internet y Petronila pasó a formar parte del enjambre de usuarios navegadores cada día en mayor expansión.
Tuvimos que programar el permiso para usarlo ya que su afición crecía hasta el paroxismo convulso y era necesario que comiera algo y durmiera las horas convenientes.
Primero su afición derivaba en viajes y visitas a los lugares más lejanos, digitalizando espacios exóticos y entrometiéndose en foros, debates, blocs y páginas web de todo tipo.
Luego se inició en asistir, incluso en participar en subastas de lo más variopinto y aunque nunca llegaba a rematar ninguna puja, ya que ni podría ni debía, según parece se lo pasaba en grande.
Un día que había amanecido radiante y cuando ella se encontraba en pleno entretenimiento matinal, una auxiliar se acercó con un papel en la mano y algo excitada.
Detrás suyo, pisándole los talones, un señor con bigote y gorra “oficial” y la directora con semblante y ojos sobresaltados.
Antes de que llegaran se me ocurrió mirar por la ventana.
En el jardín, sujeto por las bridas a la verja de la puerta principal, un magnífico caballo, negro y con la apariencia de una raza equina exclusiva, relinchaba nervioso a la espera quizás de su nueva dueña.
Publicado por joan font -FONI –