PRÓSTATA Y TERCERA EDAD: MEDIDAS EFICACES DE PREVENCIÓN

¿Se pueden prevenir los problemas prostáticos?

La tendencia actual en materia de salud consiste en desarrollar estrategias que no se limiten a tratar los síntomas de una u otra enfermedad o disfunción, sino a prevenir la aparición de esos trastornos. Este impulso a la prevención nace del hecho de que la longevidad de la población se está incrementando de manera notable (por encima de los cinco años tanto en varones como en mujeres europeas).

Por lo tanto, desde el punto de vista urológico la pregunta que se plantea es cómo prevenir la salud prostática y cómo evitar la aparición y el desarrollo del adenoma de próstata (crecimiento prostático benigno) y del cáncer de próstata. Se han identificado células cancerosas en estudios de autopsia en numerosos varones a partir de los 50 años, es decir, en situación preclínica, o lo que es lo mismo, sin que produjeran ningún síntoma. La diferenciación de las células hacia un cáncer clínico (que ocasione síntomas al paciente) depende no sólo de factores genéticos, sino de otras circunstancias ambientales y nutricionales.

La administración de agentes (medicamentos, compuestos biológicos o suplementos alimenticios) para prevenir la inducción o retardar la progresión de las células tumorales (quimioprevención) es un planteamiento muy atractivo para aplicar en el cáncer prostático dada su elevada incidencia, el largo tiempo que requiere para su desarrollo y la evidencia de la existencia de lesiones pretumorales.

Asimismo, también se ha prestado interés a los factores que regulan el desarrollo y crecimiento del adenoma de próstata.

Recomendaciones para la prevención
En el momento actual no existe evidencia del beneficio de emplear de modo preventivo tanto antiinflamatorios como medicaciones hormonales habitualmente usadas en el tratamiento de la patología prostática.

Entre los diferentes recursos disponibles se encuentran modificaciones de la dieta, suplementos nutritivos y ciertas medicaciones. Además, existen diversos preparados “naturistas” que incluyen extractos de plantas (varios de ellos se pueden obtener con receta médica en España en las farmacias), antioxidantes (vitaminas D, E, Selenio, etc.) y otras sustancias, incluidas hormonas (melatonina, fitosteroles, etc.). Estos preparados dirigidos a la salud prostática no se encuentran disponibles en España, si bien se comercializan en países como EE.UU., Francia, Austria y Alemania. De todos modos, existen dudas en la comunidad científica de que estos productos tengan los mismos constituyentes, hayan sido sometidos a los mismos métodos de extracción y de que no exista alguna interacción entre los distintos componentes que lo forman.

Estas iniciativas que incluyen cambios alimenticios, la adición de ciertos suplementos dietéticos o incluso el uso continuado de medicamentos (que deben ser bien tolerados y exentos de riesgos, pues de lo contrario no tendría mucho sentido su uso al hablar de prevención) probablemente tengan un uso generalizado en los próximos años, a pesar de que en el momento actual no pueden ser recomendadas con datos concluyentes. La realidad es que muchos de esos productos también son aplicables a otras enfermedades, como las cardiovasculares, o al envejecimiento, y que muchos de ellos actúan en alguna fase del ciclo celular, o lo regulan .

Varios estudios han sugerido que una alimentación hipercalórica y una dieta rica en grasas de origen animal 000se relacionan con la aparición del carcinoma prostático. Por el contrario, se ha indicado que existe beneficio (es decir, serían protectores) en el consumo, entre otros, de legumbres (sobre todo del género de las crucíferas, como la coliflor, la escarola y los nabos) y de tomate (alimento rico en licopenes, único antioxidante que ha mostrado una relación con la prevención del cáncer de próstata). Asimismo, existen otros antioxidantes que, con más o menos evidencia científica, se asocian con la disminución de la incidencia del cáncer de próstata: el selenio, los isoflavonoides, la fenretinida, los licopenes y los retinoides, así como las vitaminas E y D. Recientemente, un estudio experimental (realizado únicamente a escala celular) insinuaba un posible beneficio relacionado con los polifenoles del vino tinto.

Medidas que se deben adoptar una vez que se padecen síntomas urinarios
Cuando el adenoma de próstata se ha desarrollado y el paciente sufre síntomas de prostatismo, se ha descrito una serie de indicaciones con el fin de evitar los problemas finales del proceso y concretamente la retención aguda de orina (imposibilidad para la micción). Entre estos se incluyen:

* El cumplimiento de la medicación prescrita por el urólogo

* Efectuar la micción en cuanto se tenga ganas de orinar

* Restringir la toma de líquidos en circunstancias de difícil acceso al baño (actos sociales, espectáculos, viajes en avión, etc), y sobre todo de bebidas alcohólicas (retener las ganas de orinar tras consumir alcohol es una combinación que puede provocar una retención).

Relación entre molestias miccionales y la próstata
No todos los problemas miccionales en un hombre mayor se relacionan con la próstata. El envejecimiento altera la función y la coordinación entre la vejiga y el esfínter (el músculo que, situado por debajo de la próstata, evita los escapes involuntarios de orina), así como el ritmo de la diuresis (producción de orina) durante el ciclo sueño-vigilia. Las consecuencias finales son un debilitamiento de la musculatura de la vejiga, lo que conlleva que un porcentaje de orina no se pueda evacuar en la micción y una alteración de la capacidad de almacenar de la vejiga, que se manifiesta en síntomas irritativos, como la sensación de vaciarla de forma incompleta, la necesidad frecuente de orinar o el aumento del número de micciones, tanto por el día como por la noche. Hay que recordar que este último síntoma, que popularmente probablemente sea el más asociado con el prostatismo, no siempre se debe al crecimiento prostático, sino que puede deberse a la diabetes, al síndrome de apnea del sueño, a la insuficiencia cardíaca, a la insuficiencia venosa periférica o a determinadas alteraciones renales.

También hay determinadas enfermedades cerebrales (enfermedad de Parkinson, infartos cerebrales, etc) que alteran la capacidad de control voluntario y los reflejos de micción, y que numerosos fármacos (estamos considerando un grupo de población que probablemente utiliza diariamente uno o varios de ellos por diferentes motivos) también influyen en la producción de orina y el mecanismo de la micción (antidepresivos, hipnóticos, algunas medicaciones que se emplean para el control de la tensión arterial, etc).

Por ello es preciso una evaluación detallada por el urólogo o el médico general para orientar el problema y plantear el tratamiento correspondiente. Si la obstrucción urinaria es el mecanismo predominante o el causante principal de los síntomas, hay que considerar la opción más adecuada para resolverla, lo cual, la mayoría de las veces, y si la situación del paciente lo permite, requerirá la opción quirúrgica que, hoy por hoy, es la más eficaz.

Si no se confirma la existencia de una obstrucción significativa, o es irrelevante en comparación con otros factores, es apropiado orientar el tratamiento hacia procedimientos educativos adaptados específicamente a las aptitudes del paciente (conservación de las facultades intelectuales, entorno y situación asistencial del mismo):

* Programación de las micciones en horas más o menos fijas;

* Aprendizaje de maniobras que ayuden a evacuar a una vejiga “retencionista”;

* Mejorar el entorno para un mejor acceso al cuarto de baño;

* Procurar vestimenta que permita una disposición ágil para la micción;

* Suprimir determinados fármacos o procurar otros según las circunstancias específicas del paciente.

Dr. Luis Clemente Ramos.

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