LOS MEDICAMENTOS Y LA TERCERA EDAD

medicamentosEn promedio, los mayores de 65 años toman 9,5 medicamentos a la vez. La fórmula edad-enfermedad requiere un cuidado que no siempre se tiene en cuenta.

Con la vejez disminuyen muchos factores de protección del organismo, así como la fuerza física y las funciones de diferentes órganos. En esencia, con la edad hay mayor fragilidad y más riesgo de toxicidad. Esto exige estar más atentos al efecto de las medicinas en las personas de más de 65 años, que por su condición de enfermedad o de cronicidad, son quienes más medicamentos consumen.

Esto configura un fenómeno de medicación múltiple, que si bien en algunos casos es necesaria, en otros es fruto de la falta de atención integral para los adultos mayores, lo que obliga a estas personas a deambular de un especialista a otro donde el mal principal puede desaparecer por un ‘efecto cascada’ que resulta más grave que lo que se quería curar.

Basta poner por ejemplo el caso hipotético de un paciente que va al psiquiatra y este le receta un medicamento que produce como efecto adverso temblores similares a los de la enfermedad de Parkinson.
En lugar de discontinuar el primer medicamento, un neurólogo le receta una segunda droga contra el Parkinson. Este segundo remedio, a la vez le produce un estreñimiento que requiere de laxante.

Y este último puede alterar el agua y las sales del cuerpo con lo que a su vez se genera hipertensión arterial. Así, sin contar el riesgo de daños renales o hepáticos por sobremedicación, que es mayor a medida que aumenta la edad.

‘Rosario’ de pastillas

«Lo grave es que, además, muchas veces esos medicamentos que se administran juntos tienen efectos contrapuestos», explica el geriatra Moisés Schapira, de la Sociedad Argentina de Geriatría y Gerontología. Según él, algunos estudios muestran que los pacientes de estas edades reciben en promedio 9,6 medicamentos a la vez.

El problema no es solo cuestión de cantidad, ya que a veces en geriatría se combinan más medicamentos y la polimedicación es una estrategia aceptada. Pero existe una diferencia entre esa polimedicación racional y la polifarmacia indiscriminada que implica el uso de múltiples drogas de manera poco clara.

«Para el uso racional y adecuado se requiere un estudio integral del paciente, y un acompañamiento que ayude a cumplir el esquema de medicación: la adherencia es una de las partes más difíciles de cualquier tratamiento crónico», añade Schapira.

El hígado y los riñones son los órganos más afectados

Entre los órganos que más se deterioran con la edad están los riñones, que se encargan de filtrar la sangre y liberarla de toxinas. Esto hace que la posibilidad de eliminar los residuos de los medicamentos es menor en las personas añosas, lo que aumenta al riesgo de intoxicaciones.

En las personas con insuficiencia renal, que según la Sociedad Argentina de Nefrología (SAN) afecta a una de cada nueve personas y en especial a las de más edad, hay que regular de manera diferente la medicación. Como el riñón no funciona los residuos de los medicamentos se quedan en el organismo, o tardan más en ser eliminados.

Si además, a estos residuos que quedan, se les suman residuos de sucesivas dosis o de medicamentos nuevos, el potencial tóxico se acumula.  Esto exige, espaciar más de lo normal las dosis, especialmente de los analgésicos de venta libre, que las personas suelen comprar y consumir sin receta médica.

Hay alteraciones en el riñón que revierten al suspender la medicación, pero en el caso de lesiones severas se puede llegar a una falla renal incompatible con la vida.

Los especialistas recomiendan que todas las personas mayores de 65 años sean sometidas a pruebas para analizar la función de sus riñones, al igual que del hígado, porque son órganos vitales cuyo buen funcionamiento es imprescindible para la salud general, pero además son decisivos para determinar la manera en que la persona responde a los medicamentos, más aún si recibe muchos y tiene más de 65 años.

GDA / LA NACIÓN

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