LA NUEVA TERCERA EDAD EUROPEA

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Las personas  de la tercera edad ya son un grupo demográfico suficientemente importante para que sociólogos, políticos y empresarios lo tengan muy en cuenta.
Nadie lo duda: el aumento de la longevidad ha sido una de las mejores noticias del siglo XX. Pero, en los países desarrollados, esta agradable nueva lleva consigo un efecto indeseado: junto con el aumento de la esperanza de vida se experimenta un creciente descenso de la natalidad. Como consecuencia de eso, la sociedad envejece. Nos encontramos, así, en la generación de la historia con mayor proporción de personas mayores. ¿Es también la que más respeto les concede?

Lamentablemente, todo parece indicar que no. Según el especialista en bioética español José García Férez, “la pérdida de importancia y relevancia social de los mayores ha propiciado lo que en la actualidad se denomina técnicamente edaísmo”. Se trata de un conjunto de valores o actitudes que vienen a marginar en todos los órdenes de la vida al anciano y a producir un deterioro de la estima social. El culto a la juventud, el descrédito de la madurez, la pérdida de valores tradicionales, los cambios de hábitos culturales, la desintegración de la familia, la obsesión por la salud y la forma física… son fenómenos que, directa o indirectamente, vienen a relegar la función de los de la tercera edad a un segundo término. Es por eso por lo que García Pérez reclama que se constituya una “ética gerontológica adaptada al momento presente”.
Cuando vivimos en la flor de nuestra juventud o disfrutamos de las mieles de una adultez serena y madura no reparamos en la cantidad de problemas técnicos, administrativos y sociales a los que se enfrentan las personas de la tercera edad. El ingreso voluntario o involuntario en una residencia geriátrica, la realización de un testamento vita,la designación de un tutor legal en caso de incapacidad,la pérdida de la intimidad,la exclusión laboral, el uso del sistema sanitario, la pensión…, envejecer puede convertirse en una pesada carga burocrática y casi ninguna sociedad está preparada para facilitar la tarea a los millones de ciudadanos que deben realizarla.
Pero, por otro lado, el triunfo de la vejez sobre la enfermedad gracias a los últimos avances médicos ha favorecido el florecimiento de una nueva masa social compuesta por personas  de la tercera edad sanas, vigorosas, deseosas de participar en la actividad social, conscientes de su peso político, consumidoras y reivindicativas.
Nuevo grupo de presión.
Según la mayoría de los expertos, los agentes sociales no terminaron de reaccionar correctamente ante el surgimiento de este nuevo grupo de población. Los políticos intuyen que en él existe un interesante depósito de votos, pero no saben cómo explotarlo. La nueva tercera edad ha empezado a organizarse de manera espontánea a la espera de que alguien repare en su importancia.
Como consumidores, los ciudadanos maduros han encontrado un lugar, por lo menos en los países más desarrollados. Revistas, productos cosméticos, viajes, ocio, inmobiliarias.., no pocos sectores han decidido dedicarse a cautivar a los mayores de 65 años. Con eso, según los expertos en marketing, se ha producido una curiosa competencia entre el culto a la figura joven y el deseo de no incomodar a la tercera edad. ¿Será esta competencia el motor de un nuevo cambio social que estimule un mayor respeto hacia el papel de los abuelos en la sociedad?
En este sentido resulta revelador el informe elaborado por el profesor de la Universidad de Sheffield Alan Walker bajo el título Actitudes hacia el envejecimiento de la población en Europa. Se trataba de una comparación de los euro-barómetros sucesivos entre 1992 y 2000, sobre todo en las preguntas que se refieren al futuro y presente de las personas mayores.
En dicho informe se detectan importantes diferencias de criterio entre los europeos de hoy y los de hace 12 años respecto a la ancianidad.   Por otro lado, en casi todos los países aumentó el número de personas que consideran que sería bueno retrasar la edad mínima de jubilación. De estos datos se desprende que ha habido un aumento de la incertidumbre sobre el futuro del sistema social de apoyo al jubilado, aunque muchos consideran más que nunca que una persona de 70 años está perfectamente capacitada para seguir manteniéndose con su propio trabajo sin necesidad de jubilarse.
La jubilación no es un tema prioritario para los jóvenes y adultos maduros. Aún así, la mayoría de los europeos es partidaria de una jubilación flexible y de que se impulsen medidas de envejecimiento activo, como empleos de asesoría para personas mayores o trabajos de voluntariado para jubilados.
En cuanto a la atención de los mayores, los datos demuestran que el ingreso en una residencia geriátrica es considerada la «peor” opción en la mayoría de los países. En los países nórdicos, la atención residencial cuenta con más apoyo que en los países del sur. En toda Europa, sin embargo, parece existir consenso a la hora de declarar quién debe hacerse solidario de la atención de los mayores: sin duda, la familia. Aunque, como es sabido, una cosa es la intención y otra que realmente se predique con el ejemplo.

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