LA CARACOLA

caracolaCasto Lascivo Geringste, era hijo de alemana y extremeño. Sus padres se conocieron en una merienda campestre donde se celebraba la confraternidad hispano-alemana en una pretensión de sus organizadores de sustituir el jamón de bellota por el consumo de salchichas de Frankfurt, afortunadamente no prosperó.. Casto nació en Melilla donde sus progenitores montaron una tienda de hortalizas y se crió entre rábanos, salchichas importadas y amistades árabes, lo que confirió a su carácter y maneras cierto aire dicharachero y cosmopolita.

Ahora a sus noventa y tres años, había sido ingresado en la Residencia por opinión unánime de sus seis hijos, no sin haber opuesto una numantina resistencia.

Intentó escaparse en numerosas ocasiones pero las vallas eran altas y su artritis contumaz.

Hacía ya más de un año que ingresó y jamás le visitó ninguno de sus retoños. Dedujimos que esto era consecuencia de que sus vástagos se habían desparramado por el continente europeo en cuanto dejaron a su padre a buen recaudo. Pagaron dos años por adelantado confiando en la precariedad de la salud de su señor padre y desaparecieron.

Hizo amistades en seguida y siempre participaba en los talleres de memoria y actividades lúdicas.

Por herencia paterna era bajito, muy moreno y usaba bigote, De su madre unos inexpresivos ojos azules y el cogote plano. A pesar de ello era querido y aceptado por la mayoría de los residentes.

Una de sus peculiaridades era la de recitar a Heinrich Heine en puro alemán del XVIII, siempre decía, al terminar y ya en español que su alma se parecía al mar.

Pero un día, creo que era un miércoles, no bajó a desayunar, cuando una de las auxiliares fue a por él, encontró su habitación vacía, la cama impecable y sobre la colcha, como una despedida, una caracola nacarada y un puñado de arena.
por joan font -FONI

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