GUÍA PARA ELEGIR RESIDENCIA GERIATRICA

Las residencias modernas ya no son asilos, pero conviene tomar algunas precauciones antes de decantarse por una pública o una privada

resiNo es justo. Decimos que el abuelo o la abuela (o los suegros, o los propios padres) son un problema, cuando lo que sucede es que tienen un problema   y no pueden, por sí solos, enfrentarse a él. No necesitan lástima, ni reflexiones hipócritas sobre lo mucho que nos han dado o lo bien que convivían antaño unas generaciones con otras, sino soluciones.
Que las ciudades son cada vez más grandes y las casas cada vez más pequeñas es una verdad sólida  y lamentablemente irreversible. Pero es que, además, sucede que vivimos -ellos y nosotros- en mundos distintos. El nuestro se llama futuro y a él dedicamos el cien por cien de los afanes (trabajar, ahorrar, estudiar, progresar, hacer planes). El de ellos se llama día a día. Cuanto más cómodo y placentero les resulte, más habremos acertado en la solución.

Comodidad, ante todo.
¿ Qué significan para un anciano comodidad y placer? Pues cosas que ni se nos pasan por la mente a los veinticinco años o a los cuarenta. La sonda gástrica bien puesta, las pastillas y el oxígeno a su hora, la comida sin sal…
A pesar de las facilidades que las Administraciones vienen prestando a los ancianos en materia de asistencia social y domiciliaria, tranquilidad y comodidad están, en principio, más garantizadas en una residencia de ancianos (pública o privada) que en el piso propio, por más que uno sienta abandonar las cuatro paredes de su alma. Las residencias -sobre todo las más modernas- están pensadas con criterios ergonómicos , es decir, todos sus elementos, escaleras, cuartos de baño, ascensores, comedores, peluquería, enfermería, etc., tienen las formas y tamaños más adecuados para los potenciales usuarios .

Públicas
«Asistencia sí, lujos no», podría ser el eslogan de las residencias públicas,
Hay algo muy importante que no debemos olvidar: residencia pública no significa gratuita. Los residentes han de pagar por su plaza el 75% de su pensión, sea o no contributiva (los ancianos tienen en ambos casos derechos idénticos).
Es difícil obtener una plaza. De las 5.000 residencias geriátricas que existen en España, sólo 1,700 tienen carácter público .
Ni siquiera los Centros Concertados (residencias privadas que ceden -o mejor dicho, venden- parte de su capacidad a la Administración) han podido absorber este excedente de jubilados y solucionar un problema que se agrava con el tiempo: el de las personas que, sin posibilidad de acceder a una residencia pública, no pueden tampoco permitirse el lujo de una privada.
A usted le interesa saber que para elegir una residencia pública conviene informarse sobre los medios humanos y técnicos con que cuenta. Además de los datos oficiales que pueda recabar, no está de más hablar con familiares de residentes. Y no con uno, sino con varios. Porque también es frecuente la soledad, la falta de adaptación al nuevo entorno y los achaques lógicos de la vejez lleven a algunos ancianos a mostrar todo tipo de quejas ajenas al funcionamiento del centro.

¿Válidos o asistidos?
A mayor dependencia de terceros (parálisis, alzheimer, etc..), más resi-2posibilidades de conseguir la codiciada plaza en una residencia pública.
En líneas generales, las residencias pueden ser, según el grado de dependencia de los usuarios, para válidos (equipadas sólo para acoger a personas capaces -física y mentalmente- de realizar tareas cotidianas sin la ayuda de terceros); para asistidos (todo lo contrario; equipadas para acoger a personas incapacitadas que necesitan el cuidado y la vigilancia de terceros) y mixtas (acogen a los dos grupos). Esta división es fundamental, tanto para los usuarios a la hora de solicitar su cama, como para los empresarios y gestores de residencias -públicas y privadas- ante la necesidad de analizar los costes. Así, por ejemplo, mientras que los válidos necesitan una vigilancia moderada (una persona por cada cuatro o cinco residentes) los asistidos necesitan casi el doble (como mínimo, una persona por cada tres)  De todos modos, se está estudiando una nueva catalogación que contemple diez categorías distintas de validez, desde los ancianos plenamente capaces a los absolutamente discapacitados . La ley determina que sólo los ancianos con enfermedades crónicas o infecto-contagiosas (necesitados, por tanto, de asistencia hospitalaria) no pueden ingresar en una residencia.

Privadas
Si  se  decide por una residencia de pago, y si tiene claro qué tipo de residencia necesita (válidos o asistidos) y dónde la necesita (qué barrio o ciudad), lo único que debe preocuparle a partir de este momento es, primero, que no existan dudas sobre su legalidad, solvencia y seriedad; y, segundo,  el precio.
Una residencia ubicada en Madrid es más cara que otra situada en una provincia pequeña, y ésta, a su vez, es más cara que otra situada fuera de un entorno urbano (por ejemplo, en el campo o la montaña).
Grandes capitales, como Madrid o Barcelona, y barrios residenciales, como La Moraleja o Pedralbes, son sinónimo de residencias caras , mientras que ciertas renuncias (por ejemplo, una habitación compartida en esta misma residencia) implican un coste más moderado

Favor y negocio.
En España hay 2.000 residencias privadas de la tercera edad divididas globalmente en «con» y «sin» ánimo de lucro. Unas 1.100, entre las primeras, están federadas (pertenecen a la Federación Nacional) y el pequeño grupo formado por las segundas -sin cuantificar- pertenece a órdenes religiosas ( o a las Organizaciones No Gubernamentales) y se financia con legados y donativos (más el porcentaje a obras benéficas procedente de los impuestos).
Amplias, modernas y luminosas -en general-, las residencias privadas han ido floreciendo como negocio en un espacio de tiempo relativamente corto (entre ocho y diez años) pero arrastran también sus propios problemas. Uno de los más importantes es la piratería (residencias ilegales) y otro, relacionado estrechamente con el primero, la falta de catalogación, es decir, la falta de un método clasificador propio, similar a las estrellas en los hoteles o a los tenedores en los restaurantes. Ésta es la gran asignatura pendiente de las residencias privadas.

Legalidad.
Es una condición imprescindible, tanto para el bienestar del usuario como para la tranquilidad de los familiares. Las residencias ilegales (piratas) cuestan menos -aunque no mucho menos- pero acaban saliendo carísimas porque, antes o después, tendrá usted que verse metido en pleitos.
Así pues, huya de las residencias clandestinas -instaladas habitualmente en pisos pequeños con escasa o nula vigilancia médica- y busque siempre el documento de autorización administrativa emitido por la Comunidad Autónoma correspondiente (en concreto por la Consejería de Salud, Integración, Bienestar, o como se denomine en cada caso).
Este documento debe estar expuesto en un sitio visible del vestíbulo o la oficina pero, si no fuera así, pídaselo al director del centro. Sin ese documento, la residencia es ilegal.

Documentos .
El contrato es otro requisito imprescindible para identificar la legalidad de un centro. Cada residencia tiene que tener su propio impreso (con las cláusulas, condiciones de pago, etc. claramente definidas) y en ningún caso admitirá a residentes que no acepten libremente su traslado. En caso de falta de pago, o conductas que afecten gravemente a la buena convivencia con los otros residentes o la normal actividad del establecimiento, la residencia podrá resolver el contrato previa comunicación a la Comunidad Autónoma correspondiente. La existencia de un reglamento de régimen interior también acredita la seriedad y legalidad de un centro.

Precios.
Además de los documentos que se han mencionado, una residencia privada necesita tener, autorizada y puesta al día, una lista de precios. Pero, !mucha atención!, los precios que figuran en esta lista son los máximos permitidos -porque también aquí interviene la Administración para controlar y evitar los abusos-, pero eso no quiere decir que no pueda usted negociar sobre esas cifras. En otras palabras, regatear.
Los precios por persona oscilan entre  1.000€ (en habitación doble compartida) y 3.000€ (en habitación doble para uso individual) pero dependerán siempre de las condiciones del centro y de los servicios que en él se presten. Cuantos más extras (hidromasaje, piscina, biblioteca, solarium, cocina propia, sala de conciertos, etc.), mayor precio.
Tenga en cuenta, a la hora de regatear, las plazas que el centro tiene disponibles en esos momentos. Hasta no hace mucho tiempo, estas residencias estaban llenas, pero la crisis ha dejado muchos hogares a medio gas y se necesitan las pensiones de los ancianos para llegar a fin de mes. Estudie también la eventualidad de pagar extras; en ciertas residencias, la rehabilitación o la fisioterapia -prestaciones obvias tratándose de la tercera edad- se consideran un extra, mientras que en otras sólo se pagan aparte los servicios estrictamente complementarios, como la odontología y la peluquería.

Ventajas.
Hay que reconocerlo: son muchísimas. Quizás la más importante sea la flexibilidad, en términos generales, que impera en estas residencias, tanto si hablamos de oferta y precios como de disciplina. Las residencias privadas ofrecen alternativas realmente interesantes, como la de convertirse en residencias de día (los ancianos van por la mañana y vuelven a sus casas por la noche, de forma que no se desvinculan del todo del calor familiar) o en residencias temporales (un anciano puede pasar allí un mes, dos o el tiempo que él decida, y ver así si se adapta al lugar o si prefiere volver a casa o buscar otra residencia).
Una residencia de día (con las tres comidas y la misma atención que se dispensa al resto de los ancianos) cuesta  bastante menos que el ingreso completo.
La flexibilidad significa también una disciplina muy suave. Nadie madruga, si no quiere,  no hay horarios de visita (los familiares y visitantes pueden permanecer en la residencia el tiempo que deseen  y todo el mundo se mueve con una mayor libertad.

Ambiente.
No sólo el lujo o la calidad de los servicios diferencian a una residencia de otra. Cada una tiene, además, su personalidad, su clima. Si quiere que el futuro usuario se sienta cómodo de verdad, búsquele un lugar a su medida, es decir: un ambiente familiar y entrañable si se trata de una persona sencilla y comunicativa; un entorno formal, si el interesado ama y respeta las formalidades (por ejemplo, hay residencias en las que se llama a los usuarios de usted, mientras que en la mayoría prevalece el tuteo); un buen equipamiento deportivo, si es de los que no saben vivir sin el deporte… En definitiva, búsquele un hábitat apropiado. Su satisfacción y confort, mientras dure su vida, dependen de ello.

Por Pilar Pineda

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