DELITO DE VEJEZ

arrugasSomos una sociedad acomplejada y llena de miedos. No aceptamos la muerte hasta el punto de negarla y ocultarla tras mil eufemismos. Y tampoco aceptamos el paso del tiempo, la edad, la vejez. Ser viejo es un delito castigado con mil años de silencio y olvido.
Parece que estuviéramos obligados a permanecer por siempre jóvenes, tersos y lozanos, lustrosos como manzanas, aunque por dentro nos perfore la podredumbre. La juventud es eterna a base de sucesivas prolongaciones de sus límites por arriba. Los que fueron jóvenes a los 20, lo siguen siendo a los 30 y aún se aferran con fruición a su extinta tersura a partir de los 40. Quieren más a sus coenzimas revitalizantes que a sus mayores, a los que son capaces de olvidar en una gasolinera con tal de llegar cuanto antes a una masificada playa a lucir un masificado y poco original moreno.
Ser viejo es un delito que se debe ocultar todo el tiempo que sea posible. Vistiendo de forma infantilmente ridícula, comportándote como un adolescente senil, algunos llegan incluso a dejarse coleta o ponerse un pendiente en la oreja con tal de asemejarse a sus ofendidos nietos. Ser viejo no está de moda. Ser un trasto que solo estorba tampoco es el destino que algunos hubieran deseado para sí. Tan solo algunos pocos tienen el consuelo de haber ahorrado el suficiente dinero para que sus hijos o nietos les laven el culo con una sonrisa en la boca.
Paradójicamente en unas sociedades donde cada vez la media de edad es más alta, la supuesta juventud eterna parece haberse adueñado de todo el espacio social para recluir en sus rincones más oscuros a aquellos que por sus arrugas y encorvaduras ya no están presentables. Tener arrugas parece más un delito de dejadez y mal cuidado que un inevitable efecto del tiempo pasado. La arruga ya solo es bella en la ropa de las modelos en una pasarela.
Ser viejo parece que debiera estar castigado con la cárcel del asilo, para evitar el afeamiento de nuestros jardines y calles.
Lástima de futuro «juvenil» que nos espera a la vuelta de la esquina.
Escrito por odyseo

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