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VEJEZ, ARQUITECTURA Y SOCIEDAD

978-987-20-6418-1Una recorrida por la arquitectura geriátrica Argentina nos revela de inmediato lo que la sociedad piensa con respecto a la vejez. La explosión gris es una realidad tanto en el mundo desarrollado como en nuestro país. En la actualidad, las expectativas de vida se prolongan. Para el 2050 un 23% de la población tendrá más de 65 años. Este fenómeno va acompañado de un decrecimiento de la natalidad. Para el mismo periodo se calcula que solo un 26% de la población tendrá menos de 20 años. La inversión de la proporción entre `población productiva y pasiva tendría que preocupar a la sociedad toda, estimulando nuevas teorías filosóficas y económicas para todo el sistema de recursos físicos y humanos en gerontología.

No se trata de desarrollar una arquitectura ortopédica. Las barreras físicas son solo parte del nudo del tema pero no el todo. Se trata de una concepción filosófica, ética e interdisciplinaria de la arquitectura y del rol profesional. Afectos a copiar modelos de países desarrollados en este aspecto precisamente no lo hemos tomado como ejemplo. Observando estos países, se compruebas de inmediato que van más allá de consideraciones académicas y técnicas. Son países donde el Estado cumple una función de intervención fuerte y decisiva, modelo opuesto al Estado ausente como lo venimos sufriendo en nuestro país.

Es necesario no perder de vista que se proyecta para un grupo de personas con necesidades singulares, no son sólo personas con discapacidades. Nadie considera a un niño, a una embarazada como un discapacitado, son sujetos con necesidades especiales. Debemos diseñar con las capacidades de cada grupo etario, con lo que pueden y no con lo que no pueden.

Prolongación de la vida en la casa propia
La arquitectura para la tercera edad debe pensarse dentro de un sistema evolutivo, desde la prolongación de la vida en la casa propia, pasando por lo que llamamos vivienda protegidas o tutelares, hasta la institución geriátrica. Pero sólo cuando realmente se evalúe necesaria, ya que la vida en una institución puede considerarse como una forma anormal de vida. Todo este sistema debería estar inserto dentro de una ciudad habitable, provista de una red de servicios racionalmente aprovechados, dentro de un marco económico inteligente.

Desprenderse de la casa donde uno tejió su historia siempre es traumático. Las viviendas pueden ir adaptándose a los cambios que exige el envejecimiento para no convertir el hábitat en un entorno ortopédico innecesario. Estas pequeñas y graduales adaptaciones son previstas y por lo tanto siempre más barato. Cuando el anciano todavía puede vivir solo, tanto para él, como para el Estado, siempre es más económico la adaptación de su propio hábitat, que la institucionalización.

Las modificaciones de la casa propia, que contemplen sensaciones de seguridad, movilidad y auto valía, reforzarán sin duda, la vitalidad, la dignidad y los sentimientos afirmativos de “poder”. Se trata de evitarle el sufrimiento de desarraigo, de una vida reglada, permitiendo que las huellas de su historia lo acompañen hasta se haga inevitable las internación.
Viviendas tutelares

Como alternativa a una internación prematura surgen las viviendas tutelares. Hago hincapié en que no son tuteladas sino “tutelares”, porque en esta situación es el entorno espacial que protege al anciano y no el humano. Se trata de un grupo de viviendas especialmente diseñadas como para recibir todo el equipamiento asistencial necesario, de forma tal que, en anciano sienta que cuando cierra la puerta está habitando su propia casa. Estas viviendas tutelares están soportadas por un grupo de servicios compuestos básicamente por cuatro áreas: una de mantenimiento y seguridad, una de abastecimiento, otra de servicios paramédicos u una serie de espacios comunitarios para producir, mejorar y estimular la socialización. Este sistema de servicios también podría abastecer la atención domiciliaria del barrio, aprovechando económicamente estos recursos. Estas viviendas protegidas se han impuesto en otros países (Holanda, Dinamarca, Alemania, Canadá, Israel, etc.) como variables menos rígidas, de probado rendimiento y eficacia para el desarrollo de políticas de Estado en relación con la tercera edad. El ruinoso estado de la ancianidad en la Argentina, en parte, responde a una enorme desinformación y a un profundo desinterés en torno de estas variables alternativas al modelo institucional geriátrico.

La institución necesaria
La arquitectura institucional viene teñida de conceptos históricos provenientes de los primeros asilos del siglo XI, respondiendo a un modelo de control, orden y segregación. Habitaciones y espacios de servicio distribuidos a lo largo de pasillos, con una fuerte correlación con modelos productivos de la era de la industrialización. Aunque aparentemente contradictorio, los arquitectos debemos por todos los medios de tratar de borrar de los proyectos toda imagen de institucionalización. Debemos pensar en un modelo abierto, participativo y poner énfasis en el cuidado y protección del anciano que necesariamente atraviesa una situación de internación temporaria o permanente.

Sería ingenuo negar la necesidad de las instituciones geriátricas y también torpe su uso indiscriminado sin pensar en las alternativas anteriores ya descriptas. La pregunta por el otro

La arquitectura para los mayores no termina en una correcta verificación de que se cumplan un conjunto de normas físicas, espaciales, de circulación, ventilación, etc. Supone una respuesta a una pregunta que no sólo es aplicable a esta temática. ¿Se diseña verdaderamente a partir de la responsabilidad moral de respetar el lugar donde otro va a vivir? Habría que preguntarse si los espacios arquitectónicos asisten a la prolongación de la vida de aquellas personas con necesidades especiales, o por el contrario las recluye en su dependencia.

Es función de los arquitectos devolverle al espacio habitable la dimensión de un campo singular, tan singular como el ser humano. Esta pregunta incluye al “otro” con todas las condiciones físicas y espirituales que irrumpirán en el tiempo, mayores dificultades motrices y una mayor demanda de ayuda correlativa con índices decrecientes de auto valía.

La pregunta tiene la voluntad de descifrar al anciano, y acompañar al viejo. Se trata ni más ni menos de brindarle un espacio que lo contenga, lo comprenda y proteja. Y es en las situaciones donde el “otro” está más desprotegido y más vulnerable, donde el que diseña muestra su capacidad de escucha, de interpretación y de imaginación. Si se entiende esta filosofía de diseño, se entiende que no adhiero a la idea de formular un catalogo exhaustivo de fórmulas y recetas de uso universal, descriptos con abundancia en tratados de diseño sin barreras. Él todo es mucho más que la suma de las partes.

Una vivienda con obstáculos físicos o espirituales, una institución con barreras, una ciudad intransitable, aunque en escalas arquitectónicas diversas son formas análogas de exclusión.

Por Eduardo Frank, Arq.

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MITOS Y REALIDADES de la TERAPIA OCUPACIONAL en RESIDENCIAS GERIATRICAS.

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-Mito I: “La Terapia Ocupacional no tiene una base teórica”
Este pensamiento es muy frecuente al juzgar a simple vista y sin detenimiento,
una sesión o una actividad de Terapia Ocupacional. En Geriatría, la Terapia
Ocupacional va a centrar sus objetivos en mantener durante el mayor tiempo posible la
independencia funcional de la persona. Existen diferentes caminos para lograr dicho
propósito; la Terapia Ocupacional es una disciplina muy rica en cuanto a esquemas
teóricos de conceptuación de los problemas. Así, podemos hablar de diferentes
modelos de Terapia Ocupacional: Modelo de Desempeño Funcional, Modelo de
Habilidades Adaptativas de Mossey, Modelo de Ocupación Humana, Modelo de
Discapacidad Cognitiva, etc. y de diferentes marcos de referencia: Neurofisiológico, Rehabilitador, Biomecánico, Cognitivo, Humanista, Psicodinámico, etc. Cada uno de estos modelos y marcos de referencia tiene una forma propia de entender los problemas, planteando diferentes tipos de soluciones para ellos.
Las actividades y tratamientos que un terapeuta ocupacional pone en marcha
en una residencia no están diseñadas de una manera aleatoria o arbitraria, sino que
llevan detrás de sí un proceso que si se desarrolla de manera correcta llevará a
conseguir el objetivo que se persiga en cada momento y paciente.
-Mito II: “Las actividades de terapia ocupacional no son un tratamiento, son un entretenimiento”.
La base de la Terapia Ocupacional es la actividad propositiva o intencionada.
Ésto es, una actividad que tenga un objetivo y significado claro. Las actividades
propuestas a los ancianos de una residencia están debidamente analizadas y
diseñadas en función de la situación de cada paciente.  La actividad que se usa en
Terapia Ocupacional es siempre terapéutica y puede ser diversos tipos: educativa,
comunicacional, intelectiva, lúdica, etc. La actividad, para definirse como terapéutica,
debe llevar implícita una serie de características:
1.Que sea significativa o con propósito para el usuario
2.Que no sea nociva o produzca más contraindicaciones que beneficios
3.Que se realice en un marco terapéutico y bajo las indicaciones de un terapeuta ocupacional
4.Que sea susceptible de vincular con el otro
5.Que se pueda regular y modificar
6.Que tenga un aspecto temporal
7.Que requiera la participación del anciano en cualquier nivel que necesite
8.Que esté en relación con los intereses del anciano.
El departamento de T.O. debe estar incluido en el de Rehabilitación junto con Fisioterapia, pues muchos objetivos más que similares y deben trabajarse de una manera conjunta. Por ello, al residente y a sus familiares hay que presentarles la Terapia Ocupacional como un tratamiento de Rehabilitación.
-Mito III: “El terapeuta ocupacional no es un profesional sanitario”
La Terapia Ocupacional busca fundamentalmente sanar mediante la ocupación. Por tanto, todo lo que esta disciplina propone al paciente es para su aumentar su calidad de vida y su salud.
Con lo anterior, bastaría para justificar la profesionalidad sanitaria del terapeuta
ocupacional. No obstante, también se puede justificar desde el punto de vista de la
formación. La carrera de Terapia Ocupacional es una diplomatura universitaria (por lo
tanto de 3 años de duración) que en la mayoría de las Universidades que la contempla
la encuadran en las Facultades de Medicina o Ciencias de la Salud. La persona que se
matricula en la carrera cursa asignaturas como Anatomía, Fisiología, Salud Pública,
Promoción para la Salud, Patología Médico-Quirúrgica, etc. que son asignaturas
comunes en todas las carreras de Ciencias de la Salud.
-Mito IV: “Los ancianos de la residencia tienen que hacer algo, que vayan a Terapia Ocupacional”
En las residencias es muy común que al terapeuta se le deriven multitud de
pacientes con la única razón de que estén “ocupados”. Muchos de estos pacientes, en
realidad, no tienen la necesidad de un tratamiento de terapia ocupacional y se les
incluye en las sesiones interfiriendo en muchos casos en los tratamientos de personas
que de verdad necesitan la labor rehabilitadora de la T.O. Este tipo de situaciones,
desvirtúa la T.O. ya que se le está atribuyendo una función que difiere mucho del
verdadero significado de la misma. La T.O. no puede ser la excusa para el traslado de
pacientes por que sí, sino una entidad diferenciada de tratamiento, fundamentada en
la valoración del paciente por parte del terapeuta ocupacional y en la consecuente
intervención de éste.
-Mito V: “En las residencias de ancianos, el terapeuta ocupacional no forma parte del equipo multidisciplinar y como mucho sólo debe tratar la función cognitiva”.
A la hora de atender al paciente anciano residente, todo profesional debe sabe
que es un trabajo complejo y que implica la labor de varias disciplinas. Todos ellas van
a tener el mismo objetivo: la mejora de la calidad de vida, con todo lo que ello implica.
El equipo multidisciplinar que trabaja en una residencia estaría formando por: médico,
psicólogo, enfermero/a, fisioterapeuta, terapeuta ocupacional y auxiliar de enfermería.
Alrededor de este equipo estarían los llamados profesionales satélites que trabajarían
en él en determinadas ocasiones: podólogo, trabajador social, animador sociocultural, etc.
Cada uno de estos profesionales aportaría su visión en el problema del anciano, y el resto de profesionales deberá saber cuál es la labor de los demás por dos grandes motivos: uno, por no realizar tratamientos contrarios y dos, por la posibilidad de trabajar de manera más específica y conjunta algún aspecto.
El terapeuta ocupacional concibe a la persona como un todo indivisible. Este enfoque holístico debe estar siempre en el pensamiento y quehacer diario de todo terapeuta que trabaje con ancianos.
-Mito VI: “La sala de T.O. es la sala multiusos”
La sala de T.O. de las Residencias de ancianos suelen ser, por lo general,
bastante espaciosas. Eso es utilizado como excusa para desarrollar en ella actividades
generales de la residencia: fiestas, sala de cine, celebración de Eucaristías… El
principal problema que se ocasiona con ésto es doble. Primero, la desorientación del
residente, pues al final no sabrá para qué se usa cada estancia del medio donde vive.
Y segundo, la sala pierde “clima terapéutico”. El anciano perderá motivación en el
tratamiento de T.O. debido a que en el lugar donde se le trata es utilizado para otros
fines que difieren infinitamente de los que verdaderamente tiene la sala: sanar,
rehabilitar, etc…
-La sala deberia estar situado en la “zona médica”. Si puede ser al lado del gimnasio o
departamento de Fisioterapia. Ésto facilitará el trabajo interdisciplinar y
el desplazamiento de residentes que reciban ambos tratamientos.
Mateo Mazo Frías.

ANIMACIÓN SOCIOCULTURAL EN RESIDENCIAS GERIATRICAS.

Todas las actividades programadas en una residencia geriatrica, llámesele Terapia Ocupacional, Educación  Social o Animación Sociocultural, comparten un mismo lema valido para todos los organismos vivos «Lo que no es desarrollo, se convierte en deterioro».
Pero en la dinámica del desarrollo cotidiano de una residencia como organización social es la animación sociocultural, la que mejor obrece, además de todas las actividades, una constante dinamización social entre el grupo de residentes.

Se puede entender la animación sociocultural como “ el proceso de un grupo que parte de una situación concreta y que va a generar convivencia y participación”.

Hablar de animación sociocultural es referirse a una metodología de trabajo y de intervención social con el objetivo de intervenir en las relaciones humanas, generando redes de relación, consolidando un tejido grupal de diálogo y potenciando la solidaridad y participación comunitaria.

La animación sociocultural en la residencia como un programa más de intervención psicosocial no tiene sentido si no forma parte de la cultura de la organización de la propia residencia como una empresa que genera calidad de vida.

OBJETIVOS:
Objetivo general:
Trataremos que, toda actividad en forma de ocio no sea una actividad vacía, sino fuente de satisfacción, de realización de la persona y relaciones interpersonles.

Objetivos específicos:

  • Mantener la independencia de la persona en la realización de las actividades de la vida diaria.

En la medida que la entrada en una residencia supone la ruptura de los quehaceres domésticos (compras, preparación de comidas, lavado de ropa, etc.) que confieren autonomía de gestión del tiempo y del espacio, la persona se ve privada de una de las iniciativas que más ha marcado su vida, sobre todo en el caso de las mujeres. Esta pérdida de iniciativa al hacer desaparecer su poder de decisión e influencia, puede conducir a una disminución de la estima y derivar en problemas psicológicos graves. La realización de actividades diarias juega un rol decisivo en la conservación de una parte de su autonomía y de una imagen satisfactoria.

  • Encontrarse con el mundo exterior.

El bienestar físico y moral de las personas mayores que residen en algún tipo de institución no se limita al alojamiento y a la alimentación. Las personas mayores independientemente de su edad o de sus handicaps necesitan seguir participando en la vida social, sentirse presentes en su época y conservar la mayor autonomía posible. Lo ideal sería que los residentes puedan salir de la institución para encontrar la vida en el exterior y favorecer  la penetración de la vida exterior en la residencia.

  • Satisfacer las necesidades  hogareñas.

El responder a las necesidades de alimentación no debe olvidar aquellos aspectos que se incluyen en el arte culinario como es la creatividad de la persona en la preparación   y el arte de poner la mesa. En este sentido se puede incitar a participar a aquellas  más inclinadas por la decoración de las mesas, el comedor o algunos otros lugares de la residencia.

  • Acometer roles sociales.

La posibilidad de cumplir algún rol social, de sentirse útil respecto a algo o alguien, es lo que va a permitir a la persona garantizar su propia autoestima y en consecuencia su bienestar psíquico. En este sentido, es necesario potenciar aquellas conductas orientadas a tal fin, para lo cual hay que hacer ver al personal cuidador y a las familias los beneficios de toda acción efectuada por la misma persona en la medida de que sus facultades lo hagan posible.

  • Pertenecer a un grupo social y a una cultura.

Todos necesitamos pertenecer e identificarnos con un grupo social y su cultura. La práctica de ciertos ritos refuerza el sentido de pertenencia al grupo. Es por ello que desde el conocimiento de los residentes, la animación en institución debe potenciar aquellas prácticas encaminadas al establecimiento de lazos comunes entre las personas.

  • Aportar un bienestar físico y psicológico.

Este objetivo está íntimamente ligado a aquel referido a salir al exterior. El contacto con las sensaciones de la naturaleza, de la calle, constituyen elementos de prevención contra el envejecimiento acelerado provocado por el ingreso en la institución.

  • Encontrar sus raíces y reforzar su identidad.

La animación definiéndose como un procedimiento que parte de los deseos de las personas, pone el acento sobre la continuidad de la identidad. Para favorecer esta continuidad, la comunicación entre los residentes, entre éstos y el personal y en el seno del equipo cuidador, debe ser una preocupación permanente. Por tanto es necesario recoger información sobre la historia, situación familiar, acontecimientos que han marcado su vida, su oficio, sus intereses pasados y actuales, su modo de vida…

  • Adquirir conocimientos y desarrollar su cultura.

Hay que eliminar en muchas personas mayores el sentimiento de que aprender a estas alturas carece de sentido. Aprender es una necesidad de todo ser humano cualquiera que sea su edad. La ventaja del aprendizaje en edades avanzadas es que éste se desprende de su carácter instrumental y se convierte en un medio de mejorar la imagen del individuo y en consecuencia de elevar su autoestima. Además está cientificamente demostrado que activar  los mecanismos de aprendizaje, es la mejor prevención contra las perdidas cognitivas.

  • Luchar contra el aislamiento y el encierro en uno mismo.

La animación como noción que debe ser inscrita en todos los gestos de la vida cotidiana, es un instrumento de comunicación que hay que considerar como un cuidado. El fomento del encuentro interpersonal y grupal, la instauración de la comunicación y el diálogo y la escucha atenta y continuada de las personas mayores constituyen factores importantes.

  • Satisfacer la necesidad de divertirse.

Uno de los medios de divertirse es el juego, actividad que potencia las relaciones entre residentes, pero a la que no se le concede la importancia que merece pues se le considera como entretenimiento que carece del matiz cultural.

  • Crear una imagen de sí positiva.

Nos referimos a la necesidad de cultivar una imagen positiva de sí mismo a través de la satisfacción intelectual y estética (ropas adecuadas, un peinado cuidado y siempre en acorde con su estilo).

  • Satisfacer las necesidades espirituales.

El respeto al culto de cada persona y la potenciación de las prácticas religiosas debe ser un elemento a tener en cuenta en cuanto que manifiestan la aceptación de unos valores comunes y constituyen un elemento de identidad.

  • Prevenir la desorientación temporo-espacial.

La referencia temporal va unida al mantenimiento del ritmo de las actividades diarias, mientras que la referencia espacial depende de la identificación específica de los lugares a través, por ejemplo del empleo de colores diferentes en las dependencia comunes y la utilización de signos que se conviertan en puntos de referencia para las personas.

  • Educar para favorecer el mantenimiento de la salud.

Se hace necesario que la residencia asuma la función de educar en materia de salud a través, por ejemplo, de la difusión de reportajes o la organización de charlas y conferencias que puedan contribuir a prevenir el envejecimiento prematuro y la dependencia.

  • Dar confianza en las posibilidades de la persona.

Una de las problemáticas que afecta a las personas institucionalizadas es el hecho de convertirse en objetos en lugar de seguir siendo sujetos. Tanto el personal como las familias que contribuyen a que esto sea así deben reflexionar sobre las negativas consecuencias de tal conducta e incentivar aquellos comportamientos beneficiosos para la persona mayor a través de la confianza en sus posibilidades y el refuerzo de conductas positivas.

  • Olvidar su situación presente.

La entrada en la residencia y la consiguiente ruptura con el medio habitual de vida va a generar en las personas mayores situaciones de conflicto agravadas en muchos casos por acontecimientos de gran influencia sobre su vida personal. En tales casos la animación va a intentar desplazar el objeto de sufrimiento y reemplazarlo por otro que provoque el deseo de vivir, lo cual requiere el conocimiento de la persona, sus deseos, gustos y preferencias.