ANIMACIÓN SOCIOCULTURAL EN RESIDENCIAS GERIATRICAS.

Todas las actividades programadas en una residencia geriatrica, llámesele Terapia Ocupacional, Educación  Social o Animación Sociocultural, comparten un mismo lema valido para todos los organismos vivos «Lo que no es desarrollo, se convierte en deterioro».
Pero en la dinámica del desarrollo cotidiano de una residencia como organización social es la animación sociocultural, la que mejor obrece, además de todas las actividades, una constante dinamización social entre el grupo de residentes.

Se puede entender la animación sociocultural como “ el proceso de un grupo que parte de una situación concreta y que va a generar convivencia y participación”.

Hablar de animación sociocultural es referirse a una metodología de trabajo y de intervención social con el objetivo de intervenir en las relaciones humanas, generando redes de relación, consolidando un tejido grupal de diálogo y potenciando la solidaridad y participación comunitaria.

La animación sociocultural en la residencia como un programa más de intervención psicosocial no tiene sentido si no forma parte de la cultura de la organización de la propia residencia como una empresa que genera calidad de vida.

OBJETIVOS:
Objetivo general:
Trataremos que, toda actividad en forma de ocio no sea una actividad vacía, sino fuente de satisfacción, de realización de la persona y relaciones interpersonles.

Objetivos específicos:

  • Mantener la independencia de la persona en la realización de las actividades de la vida diaria.

En la medida que la entrada en una residencia supone la ruptura de los quehaceres domésticos (compras, preparación de comidas, lavado de ropa, etc.) que confieren autonomía de gestión del tiempo y del espacio, la persona se ve privada de una de las iniciativas que más ha marcado su vida, sobre todo en el caso de las mujeres. Esta pérdida de iniciativa al hacer desaparecer su poder de decisión e influencia, puede conducir a una disminución de la estima y derivar en problemas psicológicos graves. La realización de actividades diarias juega un rol decisivo en la conservación de una parte de su autonomía y de una imagen satisfactoria.

  • Encontrarse con el mundo exterior.

El bienestar físico y moral de las personas mayores que residen en algún tipo de institución no se limita al alojamiento y a la alimentación. Las personas mayores independientemente de su edad o de sus handicaps necesitan seguir participando en la vida social, sentirse presentes en su época y conservar la mayor autonomía posible. Lo ideal sería que los residentes puedan salir de la institución para encontrar la vida en el exterior y favorecer  la penetración de la vida exterior en la residencia.

  • Satisfacer las necesidades  hogareñas.

El responder a las necesidades de alimentación no debe olvidar aquellos aspectos que se incluyen en el arte culinario como es la creatividad de la persona en la preparación   y el arte de poner la mesa. En este sentido se puede incitar a participar a aquellas  más inclinadas por la decoración de las mesas, el comedor o algunos otros lugares de la residencia.

  • Acometer roles sociales.

La posibilidad de cumplir algún rol social, de sentirse útil respecto a algo o alguien, es lo que va a permitir a la persona garantizar su propia autoestima y en consecuencia su bienestar psíquico. En este sentido, es necesario potenciar aquellas conductas orientadas a tal fin, para lo cual hay que hacer ver al personal cuidador y a las familias los beneficios de toda acción efectuada por la misma persona en la medida de que sus facultades lo hagan posible.

  • Pertenecer a un grupo social y a una cultura.

Todos necesitamos pertenecer e identificarnos con un grupo social y su cultura. La práctica de ciertos ritos refuerza el sentido de pertenencia al grupo. Es por ello que desde el conocimiento de los residentes, la animación en institución debe potenciar aquellas prácticas encaminadas al establecimiento de lazos comunes entre las personas.

  • Aportar un bienestar físico y psicológico.

Este objetivo está íntimamente ligado a aquel referido a salir al exterior. El contacto con las sensaciones de la naturaleza, de la calle, constituyen elementos de prevención contra el envejecimiento acelerado provocado por el ingreso en la institución.

  • Encontrar sus raíces y reforzar su identidad.

La animación definiéndose como un procedimiento que parte de los deseos de las personas, pone el acento sobre la continuidad de la identidad. Para favorecer esta continuidad, la comunicación entre los residentes, entre éstos y el personal y en el seno del equipo cuidador, debe ser una preocupación permanente. Por tanto es necesario recoger información sobre la historia, situación familiar, acontecimientos que han marcado su vida, su oficio, sus intereses pasados y actuales, su modo de vida…

  • Adquirir conocimientos y desarrollar su cultura.

Hay que eliminar en muchas personas mayores el sentimiento de que aprender a estas alturas carece de sentido. Aprender es una necesidad de todo ser humano cualquiera que sea su edad. La ventaja del aprendizaje en edades avanzadas es que éste se desprende de su carácter instrumental y se convierte en un medio de mejorar la imagen del individuo y en consecuencia de elevar su autoestima. Además está cientificamente demostrado que activar  los mecanismos de aprendizaje, es la mejor prevención contra las perdidas cognitivas.

  • Luchar contra el aislamiento y el encierro en uno mismo.

La animación como noción que debe ser inscrita en todos los gestos de la vida cotidiana, es un instrumento de comunicación que hay que considerar como un cuidado. El fomento del encuentro interpersonal y grupal, la instauración de la comunicación y el diálogo y la escucha atenta y continuada de las personas mayores constituyen factores importantes.

  • Satisfacer la necesidad de divertirse.

Uno de los medios de divertirse es el juego, actividad que potencia las relaciones entre residentes, pero a la que no se le concede la importancia que merece pues se le considera como entretenimiento que carece del matiz cultural.

  • Crear una imagen de sí positiva.

Nos referimos a la necesidad de cultivar una imagen positiva de sí mismo a través de la satisfacción intelectual y estética (ropas adecuadas, un peinado cuidado y siempre en acorde con su estilo).

  • Satisfacer las necesidades espirituales.

El respeto al culto de cada persona y la potenciación de las prácticas religiosas debe ser un elemento a tener en cuenta en cuanto que manifiestan la aceptación de unos valores comunes y constituyen un elemento de identidad.

  • Prevenir la desorientación temporo-espacial.

La referencia temporal va unida al mantenimiento del ritmo de las actividades diarias, mientras que la referencia espacial depende de la identificación específica de los lugares a través, por ejemplo del empleo de colores diferentes en las dependencia comunes y la utilización de signos que se conviertan en puntos de referencia para las personas.

  • Educar para favorecer el mantenimiento de la salud.

Se hace necesario que la residencia asuma la función de educar en materia de salud a través, por ejemplo, de la difusión de reportajes o la organización de charlas y conferencias que puedan contribuir a prevenir el envejecimiento prematuro y la dependencia.

  • Dar confianza en las posibilidades de la persona.

Una de las problemáticas que afecta a las personas institucionalizadas es el hecho de convertirse en objetos en lugar de seguir siendo sujetos. Tanto el personal como las familias que contribuyen a que esto sea así deben reflexionar sobre las negativas consecuencias de tal conducta e incentivar aquellos comportamientos beneficiosos para la persona mayor a través de la confianza en sus posibilidades y el refuerzo de conductas positivas.

  • Olvidar su situación presente.

La entrada en la residencia y la consiguiente ruptura con el medio habitual de vida va a generar en las personas mayores situaciones de conflicto agravadas en muchos casos por acontecimientos de gran influencia sobre su vida personal. En tales casos la animación va a intentar desplazar el objeto de sufrimiento y reemplazarlo por otro que provoque el deseo de vivir, lo cual requiere el conocimiento de la persona, sus deseos, gustos y preferencias.

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