A LA BUSQUEDA DEL MAYOR BIENESTAR POSIBLE DURANTE LA VEJEZ

“Que si no hemos de ser inmortales,
es del todo deseable que el hombre
se extinga a su debido tiempo;
pues la naturaleza ha puesto
un límite a la vida,
como a todas las demás cosas”

Cicerón

vejea3 Cicerón, en su famoso Diálogo sobre la vejez, enumera las cuatro razones que aducen los que la encuentran miserable: “una, porque debilita el cuerpo; otra, porque nos aparta de los negocios; la tercera porque priva de casi todos los placeres y la cuarta, porque no dista mucho de la muerte”.

En esta clásica descripción ciceroniana, el cuerpo del anciano es un cuerpo debilitado que transita dolorido por el mundo, debido a su progresivo deterioro biológico, con las fuerzas cada vez más justas para seguir viviendo, apartado de lo que fue su trabajo cotidiano y del espacio social que venía ocupando, convertido socialmente en sujeto pasivo, un cuerpo que, con demasiada frecuencia vive en soledad, un cuerpo en el que, en la brevísima historia de cada día, predominan los momentos dolorosos y solitarios sobre los placenteros.

A pesar de todo, en pleno siglo XXI, es necesario apostar por vivir una vejez saludable y activa, una vejez exitosa; una vejez en la que, con todas sus limitaciones, se integren el bienestar físico, con el mental y el social.

En un estudio que fue publicado en el American Journal of Psychiatry bajo el título de “Una vejez exitosa”, se siguieron de manera prospectiva dos grupos de adolescentes hasta que cumplieron 60 años o hasta su muerte. Los factores que predecían una vejez exitosa fueron divididos en dos grupos:
a) Factores predictivos que quedaban fuera del control del individuo: la clase social de los padres, la cohesión familiar, una depresión grave, la longevidad de sus antepasados y su estado de salud a los 50 años.
b) Factores predictivos que podían ser controlados por el individuo: mantenimiento de un peso corporal apropiado, ejercicio físico regular, actividad mental relacionada con una apuesta personal por la educación continuada, no fumar y no beber alcohol abusivamente. Si estos siete factores son controlados, quedaría la depresión como el único factor predictivo variable que afecta a la calidad, tanto objetiva como subjetiva, del envejecimiento.

Citando libremente a Hamlet, los autores terminaban diciendo que “una vejez que valga la pena vivir quizá ¡oh, Horacio! no dependa tanto de nuestras estrellas ni de nuestros genes como de nosotros mismos”.

La Organización Mundial de la Salud publicó, en su día, un interesante Informe sobre “Mitos falsos sobre la vejez”, en el que se incluían recomendaciones para vivir una vejez activa con calidad de vida.

El cuerpo que una vez retirado del espacio social que venía ocupando, vive sumido totalmente en la vejez, sin haber podido o sabido reaccionar a tiempo y buscar espacios alternativos para su nueva situación social (entre otras razones porque el llamado estado del bienestar no se los ofrece) queda fuera de los circuitos de la actividad corporal y entra en el difuso y oscuro territorio de la pasividad, donde es habitualmente confinado en espacios donde compartirá otros envejecimientos y cuya precariedad de estímulos vitales conduce al desaliento, la desesperanza y la depresión.

Frente a la discriminación sistemáticamente negativa de la vejez del cuerpo debe apostarse firmemente por crear las condiciones más apropiadas para su bienestar físico, mental y social. Para conseguir para la mayoría una vejez del cuerpo en la que domine la serenidad, aunque “con el espíritu en tensión como un arco” (Cicerón) y que viva con el estilo de vida más adecuado para frenar el ineludible deterioro. Una vejez que, asumiendo la natural decadencia, pretenda ser vivida sin demasiado ruido y, siempre que sea posible, manteniéndose curiosa y digna.

Saludlandia

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